miércoles, 26 de marzo de 2014

Destroy me, parte 5

Capítulo 23
Estas cartas son todo lo que queda.
26 amigos para contar mis historias.
26 letras son todo lo que necesito. Puedo unirlas para crear océanos y ecosistemas. Puedo armarlas entre sí para formar planetas y sistemas solares. Puedo usar letras para construir rascacielos y ciudades metropolitanas pobladas por personas, lugares, cosas e ideas que son más reales para mí que estas 4 paredes.
No necesito nada mas que letras para vivir. Sin ellas no existiría. Ya que estas palabras que escribo son la única prueba que tengo de que sigo viva.
Está extraordinariamente frío esta mañana.
Sugerí hacer un más pequeño, más discreto viaje a los compuestos interiores el día de hoy, sólo para ver si alguno de los civiles parecía sospechoso o fuera de lugar. Estoy comenzando a preguntarme si Kent y Kishimoto y todos los demás están viviendo entre la gente en secreto. Deben, después de todo, tener alguna fuente de alimentos y agua, algo que los ate a la sociedad, dudo que puedan cultivar algo bajo tierra. Pero, por supuesto, todas estas son suposiciones. Ellos podrían muy bien tener una persona que puede producirles alimentos de la nada.
Rápidamente me dirijo a mis hombres, dándoles instrucciones para que se dispersen y no llamen la atención. Su trabajo hoy consiste en ver a todo el mundo, y reportar sus hallazgos directamente a mí.
Una vez que se han ido, me quedo mirando a mi alrededor y estoy a solas con mis pensamientos. Un lugar peligroso para estar.
Dios, parecía tan real en mi sueño.  
Cierro mis ojos, arrastrando una mano por mi cara, mis dedos permanecen contra mis labios. Podía sentirla. Yo realmente podía sentirla. Incluso pensar en ello ahora hace que mi corazón se acelere. No sé lo que voy a hacer si sigo teniendo sueños tan intensos sobre ella. No seré capaz de funcionar en absoluto.
Respiro hondo para calmarme y centrarme. Dejo que mis ojos vaguen naturalmente, y no puedo dejar de estar distraído por los niños corriendo. Parecen tan alegres y despreocupados. De un modo extraño, hace que me ponga triste porque no serán capaces de encontrar la felicidad en esta vida. No tienen idea de lo que han perdido, ni idea de lo que el mundo solía ser.
Algo roza la parte trasera de mis piernas.
Oigo un extraño, dificultoso jadeo; me doy la vuelta.
Es un perro.
Un perro cansado, hambriento, tan delgado y frágil que parece que podría ser derribado por el viento. Pero está mirándome. Sin miedo. Su boca abierta. Lengua colgando.
Me dan ganas de reír a carcajadas.
Echo un vistazo alrededor rápidamente antes de levantar al perro en mis brazos. No necesito darle a mi padre tampoco más razones para castrarme, y no me fío que mis soldados no denuncien algo como esto.
Sólo me gustaría jugar con un perro.
Ya puedo oír las cosas que mi padre me diría.
Llevo la criatura gimiendo a una de las viviendas desocupadas recientemente - acabo de ver a las tres familias salir al trabajo – me agacho detrás de una de las vallas. El perro parece lo suficientemente inteligente como para entender que ahora no es el momento de ladrar.
Me saco el guante y meto a mano en el bolsillo por la Danesa que tomé en el desayuno esta mañana, no tuve la oportunidad de comer algo antes de nuestro temprano comienzo hoy. Y aunque no tengo la menor idea de lo que los perros comen, exactamente, le ofrezco la Danesa de todos modos.
El perro casi muerde mi mano. Se traga la danesa en dos bocados y comienza a lamer mis dedos, saltando contra mi pecho en emoción, finalmente arando en el calor de mi abrigo abierto. No puedo controlar la fácil risa que se escapa de mis labios, no quiero hacerlo. No he sentido ganas de reír en mucho tiempo. Y no puedo evitar sorprenderme de tal pequeño poder que ejercen los animales sin pretensiones con nosotros, rompen tan fácilmente nuestras defensas.
Paso la mano a lo largo de su piel en mal estado, sintiendo que sus costillas sobresalen en ángulos agudos, incómodos. Pero el perro no parece importarle su estado de muerto de hambre, al menos no en este momento. Su cola se está meneando duro, y sigue tirando de mi abrigo para mirarme a los ojos. Estoy empezando a desear haber metido todas las Danesas en mi bolsillo esta mañana.
Algo se rompe.
Oigo un suspiro.
Me giro alrededor.
Salto, alerta, buscando el sonido. Parecía muy cerca. Alguien me vio. Alguien...
Una civil. Y ella está caminando lejos, su cuerpo presionado contra la pared de una unidad cercana.
―¡Hey! ―grito―. Tú, la de ahí...
Ella se detiene. Mira hacia arriba.
Casi colapso.
Juliette.
Ella me mira. Está realmente aquí, mirándome fijamente, con los ojos muy abiertos y en pánico. Mis piernas son de repente de plomo. Estoy clavado en el suelo, incapaz de formar palabras. No sé ni por dónde empezar. Hay tantas cosas que quiero decirle, tanto que nunca le he dicho, y estoy muy feliz de verla―Dios, Estoy tan aliviado
Ha desaparecido.
Me giro alrededor, desesperado, preguntándome si realmente he empezado a perder contacto con la realidad. Mis ojos van a la tierra, el pequeño perro seguía sentado allí, esperando por mí, y lo miro, boquiabierto, preguntándome qué demonios acaba de pasar. Sigo mirando hacia atrás en el lugar que yo pensaba que la vi, pero no veo nada.
Nada.
Tengo una mano por el pelo, tan confuso, tan horrorizado y enojado conmigo mismo que estoy tentado a arrancarme la cabeza.
¿Qué me está pasando?

Diario: Día 1
Ella está en verdad durmiendo en mi cama.
Finalmente le di la oportunidad perfecta de mostrar sus habilidades y ella se desmayó. La diminuta y frágil cosita, debo asegurarme de que coma más, simplemente colapsó en mis brazos. He visto mi parte justa de personas horrorizadas a mis diecinueve años, emociones que compiten en los rostros de mis enemigos moribundos, en mis propios hombres, incluso en mí mismo. Pero el tipo de terror y miedo paralizante en su rostro era tan inesperado como para ser destacable.
Jenkins, sí, yo esperaba que quizás estuviera ligeramente preocupado por su propio bienestar. Pero esta chica. La locura acerca de la que he sido informado estaba en toda su cara justo en ese momento.
Ella me deja perplejo.
Cada archivo que he leído de ella, todos los registros, informes, todos los incidentes archivados, afirman que es cruel y delirante. Pero no lo es. Ella no parece comprender el alcance de sus habilidades, no puede ver el potencial ilimitado que podría tener, ella ni siquiera parece interesada. Ella no se parece en nada a cómo era descrita. Pensé que estaba reclutando a una servicial guerrera, alguien dispuesta a darse rienda suelta, y estaba equivocado salvajemente. Esto va a ser mucho más difícil de lo que esperaba.
También debe tenerse en cuenta que las fotos que se encuentran en sus registros médicos son ridículas. Son una tergiversación de esta chica como para ser risible. Ella está asustada y rota, sí. Pero también está enojada y es deslumbrantemente bella. Estoy seguro de que nunca he visto una criatura tan hermosa en mi vida. Esto viene como una sorpresa, en realidad, estaba preparado para ser al menos ligeramente repelido por ella. Por desgracia, no sólo su belleza me distrae inmediatamente, tales extraños ojos verde azulados, sino que me doy cuenta de una dulzura en su rostro que temo que en realidad podría ser sincera. Todavía no estoy seguro de si es sólo una fachada inteligentemente diseñada para engañar a sus enemigos (lo dudo), pero no puedo correr riesgos con su seguridad.
He decidido que ella no puede, bajo ninguna circunstancia, tener permitido comunicarse con mis hombres. Han sido aislados durante mucho tiempo, una generosa sonrisa de una chica hermosa arruinaría al mejor de ellos. Y por eso precisamente es por lo que decidí que su incidente con Jenkins tenía que ser público. Tenía que asegurarme de que los hombres supieran exactamente de lo que ella era capaz; a ellos no se les permite pensar en ella como una chica dulce y vulnerable, no quiero que ella sea acosada mientras está aquí. Estoy seguro de que será mucho más seguro para ella si es temida, si piensan que es un monstruo salvaje e incontrolable. Es mejor para ella de esa manera. Yo no creo que ella me escuchase si yo fuera a enseñarle simplemente a ser cruel con los soldados.
Una observación tardía (ver abajo)*
* (Una observación tardía, algo irrelevante, pero que se me ocurrió, no obstante: No parece posible que ella haya tenido ninguna experiencia con el género opuesto. Esto, agravado por una vida de degradación y aislamiento, me lleva a creer que no tiene ninguna idea sobre la magnitud de sus atractivos físicos. Esta es una debilidad que debe ser remediada de alguna manera, ella podría utilizar esta información a su favor, debe ser capaz de entender y utilizar cada herramienta en su arsenal. Encontraré una manera de trabajar en esto.)
Ella es una criatura muy obstinada.
Me pelea por sus vestidos y zapatos y se niega a comer su comida, como una especie de niña caprichosa. Se desmorona ante la vista de una decoración lujosa y no parece contenta de tener una verdadera cama en la cual dormir. Es absurdo. ¿Quién sino un niño se opondría a comida y ropa? ¿Qué ser racional niega una comida caliente y un armario lleno de ropa? Cada vez es más evidente para mí que no sólo no sabe cómo luchar, sino que ni siquiera sabe cómo luchar por las cosas correctas. Comida y ropa son elementos básicos y necesarios; una sola vez se me ocurrió que iba a ser infeliz comiendo alimentos sólidos o no estando dispuesta a cambiarse la misma ropa andrajosa que ha usado durante casi un año.
Esa no es la mentalidad de un ser humano vicioso. 
Esa es la mente de una niña rota que piensa que está mostrando resistencia al negarse los componentes más básicos de supervivencia: Alimentos para darle energía. Ropa para proteger su cuerpo. Sueño para revivir su espíritu. Ella no piensa como una luchadora. No sabe cómo equiparse, cómo tomar ventaja de su entorno con el fin de dominar a sus oponentes. Si estuviera pensando como un depredador, estaría tratando de salir de aquí, habría usado la cena como una oportunidad para destruir o desarmar a tantos de mis hombres como fuera posible. Ella no se habría sentado a una mesa llena de comida, negándose a hablar, negándose a comer, negándose a responder a mis preguntas, como si fuera una niña herida mortalmente ofendida a la que se ha ordenado comer sus verduras y llevar un vestido bonito para la cena .
Ella es, en una palabra, inofensiva.
Sólo la he conocido durante menos de un día, así que espero que mis observaciones posteriores prueben que estas primeras hipótesis están equivocadas, pero me parece muy claro que ella no tiene idea de lo que es capaz. Tanto es así, de hecho, que estoy confundido en cuanto a cómo ella incluso llegó a este punto. Ella no es más peligro para la sociedad que un par de tijeras encerradas en un cajón. ¿Cómo pudieron sus padres mirarla con miedo? ¿Cómo podrían ellos, por qué, llevarla a las autoridades? ¿Cómo no vieron los doctores que probablemente tenía más miedo de sí misma que ellos? Ella ha tenido una vida escandalosamente injusta. Prejuzgada. Maltratada.
Encerrada y catalogada como loca sin razón alguna. Ella pudo haber matado a ese pequeño niño, pero hasta yo puedo ver ahora que muy probablemente fue un accidente. La puse a prueba, le di la oportunidad de abrazar su auténtica naturaleza, ser el terror que está acusada de ser y en su lugar se puso de pie gritando delante de mí, con lágrimas corriendo por su rostro, viéndose como si el dolor que ha venido guardando en realidad pudiera matarla.
Estoy sorprendido por mi reacción a ella.
Sorprendido de que mis manos tiemblen un poco mientras escribo esto, que quiera abandonarme a mi propia rabia, a esta ira ciega que siento al saber que se ha cometido una gran injusticia con ella. Ella es tan inocente. Tan pequeña. Pero veo la herida, el dolor cociendo a fuego lento bajo la superficie de su piel, esa obstinación feroz que me da esperanza. Con el tiempo, estoy seguro de que puedo extraer cualquier emoción de ella. Yo puedo ayudarla. Puede ser mucho más de lo que han hecho con ella. Años de abuso, negligencia y crueldad infundadados crearon esta chica acobardada, pero puedo tratar de deshacer el daño. Será más trabajo de lo que había imaginado, pero creo que al final valdrá la pena.
Ella tiene mucho potencial, como un poder tremendo y extraordinario del que no es consciente, y voy a enseñarle como usarlo. Ella ha sido tratada injustamente por el mundo, y la ira que siente, sin duda, (y me esforzaré para sacarla de ella) será el combustible que va a necesitar para defenderse, para vengarse de una manera satisfactoria. Ella va a ser perfecta, y perfectamente adaptada a mis necesidades. Lo sé.

Pero tengo un montón de trabajo que hacer. 

Destroy me, parte 4

Miré hacia arriba, mis ojos cuidadosamente desprovistos de emoción. Odio su cara. No puedo soportar mirarlo por mucho tiempo; no me gusta experimentar el impacto completo de cuán inhumano es él. No es torturado por lo qué hace o cómo vive. De hecho, lo disfruta. Ama el torrente de poder; piensa de sí mismo como una entidad invencible.
Y en algunos aspectos, no está equivocado.
He llegado a creer que el hombre más peligroso en el mundo es el que no siente ningún remordimiento. El que nunca se disculpa y por lo tanto no busca el perdón. Porque al final son nuestras emociones las que nos hacen débiles, no nuestras acciones.
Me doy la vuelta.
—¿Qué encontraste? —pregunta, sin preámbulos.
Mi mente inmediatamente va al diario que he guardado en mi bolsillo, pero no hago ningún movimiento. No me atrevo a echarme para atrás. La gente rara vez se da cuenta que ellos dicen mentiras con sus labios y verdades con sus ojos todo el tiempo. Pon un hombre en una habitación con algo que está escondiendo y luego pregúntale dónde lo ha escondido, te dirá que no lo sabe, que tienes al hombre equivocado; pero él siempre va a mirar a su posición exacta. Y justo ahora sé que mi padre esta observándome, esperando a ver a donde podría mirar, que podría decir después.
Mantengo mis hombros relajados y tomo una lenta e imperceptible respiración para estabilizar mi corazón. No respondo.
Finjo estar perdido en mis pensamientos.
—¿Hijo?
Miro hacia arriba. Fingiendo sorpresa.
—¿Sí?
—¿Qué encontraste? ¿Cuando buscaste en su habitación hoy?
Exhalo. Sacudo mi cabeza mientras me inclino hacia atrás en mi silla.
—Vidrio roto. Una cama desaliñada. Su armario, abierto de par en par. Ella tomó sólo unos pocos artículos de tocador y algunos pares extra de ropa y ropa interior. Nada más estaba fuera de lugar.
Nada de esto es una mentira. 
Lo escucho suspirar. Empuja lejos su plato.
Siento el contorno del cuaderno quemando contra mi muslo.
—¿Y dices que no sabes a dónde podría ella haber ido?
—Yo sólo sé que ella, Kent, y Kishimoto deben de estar juntos —le digo—. Delalieu dijo que ellos robaron un auto, pero el rastro desapareció abruptamente en el borde de un campo estéril. Hemos tenido tropas en patrulla durante días, buscando en la zona, pero no han encontrado nada.
—¿Y en dónde —dice—, planeas buscar ahora? ¿Piensas que ellos podrían haber cruzado hacia otro sector? —Su voz está apagada. Entretenida.
Miro arriba a su cara sonriente.
Solamente me está haciendo estas preguntas para probarme. Él tiene sus propias respuestas, su propia solución ya preparada. Quiere verme fallar contestando incorrectamente. Está tratando de probar que sin él, yo tomo las decisiones equivocadas.
Se está burlando de mí.
—No —le digo, mi voz firme, estable—. No creo que ellos hagan algo tan estúpido como cruzar hacia otro sector. No tienen el acceso, los medios, o la capacidad. Probablemente estén muertos para ahora. La chica probablemente es la única sobreviviente, y no puede haber ido lejos porque no tiene idea cómo navegar estas áreas. Ella ha estado ciega a ellos por mucho tiempo; todo en este medio ambiente es extraño para ella. Además, no sabe conducir, y si de alguna manera lograra robar un vehículo, recibiríamos aviso de propiedad robada. Considerando su estado de salud general, su propensión a la falta de esfuerzo físico, y su falta de acceso a comida, agua, y atención medica, probablemente colapsó en un radio de cinco millas de ese supuesto campo estéril. Tenemos que encontrarla antes de que se congele hasta la muerte.
Mi padre se aclara la garganta.
—Sí —dice él—, esas son teorías interesantes. Y tal vez bajo circunstancias ordinarias, podrían realmente ser validas. Pero no estás recordando el detalle más importante.
Encuentro su mirada. 
—Ella no es normal —dice, recostándose en su silla—. Y ella no es la única de su especie.
Mi ritmo cardiaco se acelera. Parpadeo demasiado rápido.
—Oh vamos, ¿en serio no habías sospechado? ¿Hiciste alguna hipótesis? —ríe—. Parece estadísticamente imposible que ella sea el único error fabricado por nuestro mundo. Tú sabías esto, pero no querías creerlo. Y yo vine aquí a decirte que es verdad. —Inclina su cabeza hacia mí. Sonríe con una gran, vibrante sonrisa—. Hay más de ellos. Y ellos la han reclutado.
—No —respiré.
—Ellos se infiltraron en tus tropas. Vivieron en medio de ustedes en secreto. Y ahora robaron tu juguete y huyeron con él. Sólo Dios sabe cómo ellos esperan manipularla para su propio beneficio.
—¿Cómo puedes estar seguro? —pregunto—. ¿Cómo sabes que tuvieron éxito en llevársela con ellos? Kent estaba medio muerto cuando lo dejé…
—Presta atención, hijo. Te estoy diciendo que ellos no son normales. Ellos no siguen tus reglas; no hay lógica que los una. No tienes idea de las rarezas de las que ellos podrían ser capaces. —Una pausa—. Además, ya he sabido por cierto tiempo que un grupo de ellos existían clandestinamente en esta área. Pero en todos estos años siempre se mantuvieron contenidos. Ellos no interfirieron con mis métodos, y pensé que era mejor dejarlos morir por su cuenta sin infectar a nuestros civiles con pánico innecesario. Tú entiendes, por supuesto —dice él—. Después de todo, difícilmente pudiste contener incluso a uno solo de ellos. Son cosas monstruosas para la vista.
—¿Tú sabías? —Estoy en mis pies ahora. Tratando de mantener la calma—. ¿Tú sabías de su existencia, todo este tiempo, y aún así no dijiste nada? ¿No dijiste nada?
—Parecía innecesario.
—¿Y ahora? —exijo
—Ahora parece pertinente. —¡Increíble! —Lanzo mis manos al aire—. ¡Que hayas retenido tal información de mí! Cuando sabías mis planes para ella….cuando sabías los dolores que había tomado para traerla a aquí…
—Cálmate —dice. Estira sus piernas; descansando el tobillo de una en la rodilla de la otra—.Vamos a encontrarlos. Este campo estéril del que Delalieu habló, ¿el área dónde el automóvil ya no era detectable? Ese lugar es nuestro objetivo. Ellos deben estar situados bajo tierra. Debemos encontrar la entrada y destruirlos en silencio, desde el interior. Luego tendremos que castigar al culpable de entre ellos, y evitar que el resto se levante e inspirar una rebelión en nuestro pueblo.
Se inclina hacia delante.
—Los civiles escuchan todo. Y justo ahora ellos están vibrando con una nueva especie de energía. Se sienten inspirados porque alguien fue capaz de escapar, y de que tú fuiste herido en el proceso. Eso hace que nuestras defensas parezcan débiles y fácilmente penetrables. Debemos destruir esta percepción corrigiendo el desequilibrio. El miedo va a regresar todo a su lugar adecuado.
—Pero ellos han estado buscando —le digo—. Mis hombres. Cada día han recorrido el área y no han encontrado nada. ¿Cómo podemos estar seguros de que vamos a encontrar cualquier cosa en absoluto?
—Porque —dice él—, tú vas a guiarlos. Cada noche. Después del toque de queda, mientras los civiles duermen. Vas a parar tus búsquedas diurnas; no les darás a los ciudadanos otra cosa para hablar. Actúa en silencio, hijo. No muestres tus movimientos. Yo me quedaré en la base y supervisaré tus responsabilidades a través de mis hombres; voy a dictar a Delalieu según sea necesario. Y mientras tanto, debes encontrarlos, para que pueda destruirlos lo más rápidamente posible. Este sin sentido ha sido suficientemente largo —dice él—, y ya no estoy sintiéndome amable. 

Capítulo 18
Lo siento. Lo siento tanto. Lo siento lo siento tanto lo siento mucho lo siento tanto. Lo siento lo siento tanto lo siento. Lo siento. Lo siento tanto. Lo siento lo siento lo siento tanto lo siento tanto lo siento tanto. Lo siento mucho. Lo siento mucho. Lo siento lo siento lo siento lo siento lo siento tanto lo siento, lo siento tanto lo siento. Lo siento mucho. Lo siento tanto Lo siento tanto, así lo siento, estoy tan Lo siento. Lo siento mucho. Lo siento estoy tan lo siento. Lo siento mucho. Lo siento tanto Lo siento tanto, lo siento mucho, lo siento mucho. Lo siento tanto Lo siento tanto. Lo siento tanto lo siento. Lo siento mucho. Lo siento tanto lo siento, lo siento lo siento tanto, por favor perdóname.
Fue un accidente.
Perdóname
Por favor, perdóname.
Es poco lo que permito a cualquiera descubrir sobre mí. Es incluso aún menos lo que estoy dispuesto a compartir sobre mí mismo. Y de muchas cosas nunca he hablado, esta es uno de ellos.
Me gusta tomar baños largos.
He tenido una obsesión por la limpieza desde que puedo recordar. Siempre he estado tan sumido en la muerte y la destrucción que creo que he compensado en exceder por mantenerme virgen tanto como me sea posible. Puedo tomar duchas frecuentes. Me cepillo y paso mi hilo dental tres veces al día. Puedo recortar mi propio cabello cada semana. Me lavo las manos y las uñas antes de irme a la cama y justo después de despertarme. Tengo una enfermiza preocupación por sólo usar la ropa recién lavada. Y cada vez que estoy experimentando cualquier nivel extremo de emoción, lo único que calma mis nervios es un largo baño. Así que eso es lo que estoy haciendo ahora mismo.
Los médicos me enseñan cómo hundir mis brazos lesionados en el mismo plástico que utilizaron antes, así que soy capaz de hundirme bajo la superficie sin problemas. Sumerjo mi cabeza durante un largo tiempo, conteniendo la respiración mientras exhalo por la nariz. Siento como las pequeñas burbujas suben a la superficie.
El agua caliente me hace sentir sin gravedad. Llevándose la carga, siento que necesito un momento para aliviar mis hombros de este peso. Para cerrar mis ojos y relajarme.
Mi cara se sale a la superficie.
No abro mis ojos; sólo mi nariz y mis labios encuentran oxígeno en el otro lado. Puedo tomar respiraciones pequeñas, incluso para ayudar a estabilizar mi mente. Es tan tarde que no sé la hora que es; todo lo que sé es que la temperatura ha bajado considerablemente, y el aire frío hace cosquillas en mi nariz. Es una sensación extraña, tener el 98 por ciento de mi cuerpo flotando a una temperatura, dándole bienvenida al calor, mientras mi nariz y labios se contraen por el frío.
Hundo mi rostro debajo del agua otra vez.
Podría vivir aquí, creo. Vivir donde la gravedad no sabe mi nombre. Aquí soy libre, sin ataduras por las cadenas de esta vida. Soy un cuerpo diferente, una cáscara diferente, y mi peso es llevado por las manos de los amigos. Muchas noches he deseado poder conciliar el sueño en esta hoja.
Me hundo más profundo.
En una semana toda mi vida ha cambiado.
Mis prioridades, cambiaron. Mi concentración, destruida. Todo lo que me importa en este momento gira en torno a una persona, y por primera vez en mi vida, no soy yo. Sus palabras se han grabado en mi mente. No puedo dejar de imaginarme como debe de haber sido ella, no puedo dejar de pensar lo que debe de haber experimentado. Encontrar su diario me ha paralizado. Mis sentimientos hacia ella se han disparado fuera de control. Nunca he estado tan desesperado por verla, hablar con ella.
Quiero que sepa que ahora lo entiendo. Lo que no podía entendía antes. En realidad Ella y yo somos lo mismo; y de muchas maneras más de las que pudo haber imaginado. Pero ahora ella está fuera de mi alcance. Se ha ido a algún lugar con extraños que no la conocen y no van a cuidar de ella como me gustaría. Ella se ha ido a otro lugar extraño en el entorno exterior sin tiempo de transición, y estoy preocupado por ella. Una persona en su situación, con su pasado, no se recupera de la noche a la mañana. Y ahora, una de las dos cosas va a suceder: Ella se cerrara completamente en sí misma, o va a explotar.
Me siento muy rápido, liberándome del agua, jadeando por aire.
Empujo mi cabello mojado fuera de mi rostro. Me recuesto contra la pared de azulejos, permitiendo que el aire fresco me calme, para aclarar mis pensamientos.
Tengo que encontrarla antes de que se rompa. Nunca he querido cooperar antes con mi padre, nunca quise estar de acuerdo con sus motivos o sus métodos. Pero en este caso, estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para recuperarla.
Y estoy ansioso por cualquier oportunidad de romper el cuello de Kent. Ese bastardo traidor. El idiota que piensa que se ha ganado una chica bonita. Él no tiene idea de quién es.
Ni idea de lo que está a punto de llegar a ser. Y si él piensa que remotamente puede estar a su altura, es aún más idiota de lo que pensaba. 

Capítulo 19
-¿Dónde está el café? —pregunto, mis ojos escaneando la mesa.
Delalieu deja caer su tenedor. El utensilio repica contra la vajilla china. Él alza la mirada, sus ojos muy abiertos.
—¿Señor?
—Me gustaría probarlo —le digo, con intención de esparcir mantequilla en mi tostada con mi mano izquierda. Dirijo una mirada en su dirección—. Siempre está hablando sobre su café ¿verdad? Pensé que…
Delalieu salta de la mesa sin una palabra. Sale disparado por la puerta. Me rió silenciosamente en mi plato.
Delalieu carga el té y la bandeja de café junto a él y la estaciona en mi silla. Sus manos tiemblan mientras vierte el líquido oscuro en una taza de té, lo pone en un platillo, lo pone en la mesa y lo empuja en mi dirección.
Espero hasta que se sienta de nuevo antes de tomar un sorbo. Es una bebida extraña y obscenamente amarga; nada en absoluto de lo que había esperado. Lo miro, sorprendido al descubrir que un hombre como él comenzara su día fortaleciéndose con un líquido tan potente y de sabor tan asqueroso. 
—Esto no es terrible —le digo.
Su rostro se rompe en una sonrisa tan amplia, tan beatifica, me pregunto si me ha escuchado mal. Prácticamente está radiante cuando dice:
—Tomo el mío con crema y azúcar. El sabor es mucho mejor d…
—Azúcar. —Bajo mi taza. Presiono mis labios, contengo una sonrisa—. Le añades azúcar. Por supuesto que sí. Eso tiene mucho más sentido.
—¿Le gustaría un poco, señor?
Alzo mi mano. Niego con mi cabeza.
—Llame de nuevo a las tropas, teniente. Vamos a ponerle fin a las misiones en el día e instalar el lanzamiento en la noche, después del toque de queda. Usted permanecerá en la base —le digo—, donde el supremo dictará las ordenes por medio de sus hombres; cumpla cualquier demanda como se requieran. Guiaré el grupo yo mismo. —Me detengo. Sostengo su mirada—. No habrá más conversaciones respecto a lo que ha ocurrido. Nada para que los ciudadanos vean o hablen. ¿Comprende?
—Sí, señor —dice, su café olvidado—. Enviaré las ordenes ahora mismo.
—Bien.
Se pone de pie.
Asiento.
Se va. 
Estoy comenzando a sentir verdadera esperanza por primera vez desde que ella se fue. Vamos a encontrarla. Ahora, con esta nueva información, con todo un ejército contra el grupo de rebeldes ajenos a lo que sucede, parece imposible que no ganemos.
Tomo una profunda respiración. Tomo otro sorbo de su café.
Me sorprende darme cuenta de cuánto disfruto del sabor agrio de este. 

Capítulo 20
Él me está esperando cuando regreso a mi habitación.
―Las órdenes han sido emitidas ―le digo, sin mirar en su dirección―. Nos vamos a movilizar esta noche ―demando―. Así que si me disculpas, tengo otros asuntos con los que lidiar.
―¿Qué se siente ―me pregunta―, estar tan lisiado? ―Él está sonriendo―. ¿Cómo puedes soportar mirarte a ti mismo, saber que has sido deshabilitado por sus propios subordinados?
Me detengo en la puerta contigua a mi despacho.
―¿Qué quieres?
―¿Cuál ―dice―, es tu fascinación con esa chica?
Mi columna se pone rígida.
―Ella es para ti más que sólo un experimento, ¿no? ―dice.


Me doy la vuelta lentamente. Él está de pie en medio de mi habitación, con las manos en los bolsillos, sonriéndome como si estuviera disgustado.
―¿De qué estás hablando?
―Mírate a ti mismo ―dice―. Ni siquiera he dicho su nombre y te caes a pedazos. ―Niega con la cabeza, todavía está estudiándome―. Tu rostro esta pálido, tu única mano funcional se tensó. Estás respirando muy rápido, y todo tu cuerpo está tenso. ―Una pausa―. Te has traicionado a ti mismo, hijo. Crees que eres muy inteligente ―dice―, pero te estás olvidando quien te enseñó tus trucos 
Voy de caliente a frío a la vez. Trato a abrir el puño y no puedo. Quiero decirle que está equivocado, pero de repente me siento inestable, deseando haber comido más en el desayuno, y luego deseando no haber comido nada en absoluto.
―Tengo mucho trabajo que hacer. ―Me las arreglo para decir.
―Dime ―dice―, si no te importaría que ella muriera junto con los otros.
―¿Qué? ―La palabra nerviosa, temblorosa escapa de mis labios antes de tiempo.
Mi padre baja los ojos. Cierra y aplaude con sus manos.
―Me has decepcionado de muchas maneras ―dice, con voz engañosamente suave―. Por favor, no dejes que esta sea otra.
Por un momento me siento como si existiera fuera de mi cuerpo, como si estuviera mirándome desde su perspectiva. Veo mi cara, mi brazo herido, estas piernas que de pronto parecen ser incapaces de llevar mi peso.
Grietas comienzan a formarse a lo largo de mi cara, todo el camino hasta mis brazos, mi torso, mis piernas.
Me imagino que esto es lo que se siente al desmoronarse.
No me doy cuenta de que ha dicho mi nombre hasta que lo repite dos veces más.
―¿Qué quieres de mí? ―le pregunto, sorprendido de escuchar lo tranquilo que sueno―. Has entrado en mi habitación sin permiso, estás aquí y me acusas de cosas que no tengo tiempo para comprender. Estoy siguiendo tus reglas, tus órdenes. Saldremos esta noche, vamos a encontrar su escondite. Puedes destruirlos como mejor te parezca.
―¿Y tu chica? ―dice, inclinando su cabeza hacia mí―, ¿tu Juliette?
Me estremezco al oír su nombre. Mi pulso se acelera tan rápido que se siente como un susurro.
―Si fuera a dispararle tres agujeros en su cabeza, ¿cómo te haría sentir eso? ―Me mira. Observándome―. ¿Decepcionado, ya que habrías perdido a tu proyecto favorito? ¿O devastado, ya que has perdido a la chica que amas? 
El tiempo parece ir más despacio, fundiéndose a mí alrededor.
―Sería un desperdicio ―le digo, ignorando el temblor que siento muy dentro de mí, y amenaza con volcarme―, por perder algo en lo que he invertido tanto tiempo
Él sonríe.
―Es bueno saber que lo ves de esa manera ―dice―. Pero los proyectos son, después de todo, fáciles de reemplazar. Y estoy seguro de que seremos capaces de encontrar una mejor, más practica manera de usar tu tiempo.
Parpadeo hacia él lentamente. Parte de mi pecho se siente como si colapsara.
―Por supuesto. ―Me oigo decir.
―Sabía que lo entenderías. ―Él me palmea en el hombro lesionado mientras se va. Mis rodillas casi doblándose―. Fue un buen esfuerzo, hijo. Pero ella nos costó mucho tiempo y dinero, y ha probado ser completamente inútil. Así que vamos a disponer de muchos inconvenientes a la vez. Vamos a considerar sus daños colaterales. ―Me lanza una última sonrisa antes de caminar junto a mí y salir por la puerta.
Vuelvo a caer contra la pared.
Y me derrumbo en el suelo. 

Capítulo 21
Contén las lágrimas lo suficientemente a menudo y comenzarán a sentirse como ácido que gotea por tu garganta.
Es ese terrible momento cuando estás sentada quieto tan quieto tan quieto porque no quieres que te vean llorar no quieres llorar pero tus labios no dejarán de temblar y tus ojos están hasta el borde llenos de súplica y te ruego y doy las gracias y estoy arrepentido y agradecido y tengo misericordia y quizás esta vez sea diferente pero siempre es lo mismo. No hay nadie a quién recurrir en busca de comodidad.
Enciende una vela por mí, solía susurrarle a nadie.
Alguien.
Nadie.
Si estás allí.
Por favor dime que puedes sentir este calor.
***
Es el día cinco de nuestras patrullas, y aún, nada.
Dirijo el grupo todas las noches, marchando al silencio de esos fríos paisajes de invierno. Buscamos en pasadizos ocultos, pozos de registro camuflados… cualquier indicación de que podría haber otro mundo bajo nuestros pies.
Y todas las noches volvemos a la base sin nada. La inutilidad de estos días se ha apoderado de mí, ha entorpecido mis sentidos, estableciéndome en una especie de aturdimiento del que no he sido capaz de salir. Todos los días me despierto buscando una solución a los problemas que me he impuesto, pero no tengo idea de cómo arreglar esto.
Si ella está allí fuera, él la encontrará. Y la matará.
Sólo para enseñarme una lección.
Mi única esperanza es encontrarla primero. Tal vez podría esconderla. O decirle que huya. O fingir que ya está muerta. O tal vez convencerlo de que ella es diferente, mejor que los otros; que merece continuar viviendo.
Sueno como un patético y desesperado idiota.
Soy de nuevo un chico, escondiéndose en esquinas oscuras y rezando para que él no me encuentre. Esperando que esté de buen humor. Que tal vez todo esté bien. Que tal vez mi madre no esté gritando esta vez.
Cuán rápido puedo volver a la otra versión de mí mismo en su presencia. Me he entumecido.
He estado haciendo mis tareas con una especie de dedicación mecánica; requiere esfuerzo mínimo. Moverse es bastante simple. Comer es algo a lo que me he acostumbrado.
No puedo dejar de leer su cuaderno.
Mi corazón en realidad duele, de alguna manera, pero no puedo para de pasar las páginas. Me siento como si me estuviera golpeando contra una pared invisible, como si mi rostro hubiera sido vendado en plástico y no pudiera respirar, no pudiera ver, no pudiera escuchar ningún sonido excepto a mi propio corazón latir en mis oídos.
He querido pocas cosas en mi vida.
No le he pedido nada a nadie.
Y ahora, todo lo que estoy pidiendo es otra oportunidad. Una oportunidad de verla de nuevo. Pero a menos que pueda encontrar una manera de detenerlo, esas palabras serán todo lo que alguna vez tendré de ella. 
Esos párrafos y oraciones. Esas cartas.
Me he obsesionado. Llevo su cuaderno conmigo a cualquier lado que voy, paso todos mis momentos libres intentando descifrar las palabras garabateadas en los márgenes, desarrollando historias que vayan junto con los números que ha anotado.
También he notado que falta la última hoja. Está arrancada.
No puedo evitar sino preguntarme porqué. He hojeado el libro cientos de veces, en busca de otras secciones donde pudieran estar las páginas perdidas, pero no he encontrado ninguna. Y de alguna manera me siento engañado, sabiendo que hay un trozo que me he perdido. Ni siquiera es mi diario; no es de mi incumbencia en absoluto, pero he leído sus palabras tantas veces que las siento como mías. Prácticamente las puedo recitar de memoria.
Es extraño estar en su cabeza sin ser capaz de verla. Siento como que está aquí, justo en frente de mí. Siento como que ahora la conozco tan íntimamente, de manera tan privada. Estoy a salvo en la compañía de sus pensamientos; me siento bienvenido, de alguna manera. Comprendido. Tanto que algunos días me las arreglo para olvidar que ella es la única que puso este agujero de bala en mi brazo.
Casi olvido que aún me odia, a pesar de cuánto me he enamorado de ella.
Y me he enamorado.
Tanto.
He golpeado el suelo. Desaparecido a través de allí. Nunca en mi vida he sentido esto. Nada así. He sentido vergüenza y cobardía, debilidad y fuerza. He conocido el terror y la indiferencia, el odio a mí mismo y el disgusto general. He visto cosas que no pueden ser ocultas.
Y sin embargo no he conocido nada como este sentimiento terrible, horrible y paralizante. Me siento lisiado. Desesperado y fuera de control. Y continúa poniéndose peor. Todos los días me siento enfermo. Vacío y de alguna manera afligido.
El amor es un bastardo sin corazón.
Estoy volviéndome loco. 

***
Caigo sobre mi cama, completamente vestido. Abrigo, botas, guantes. Estoy tan cansado de quitármelos. Esos movimientos nocturnos me han dejado muy poco tiempo para dormir. Me siento como si hubiera estado viviendo en un constante estado de cansancio.
Mi cabeza golpea la almohada y parpadeo una vez. Dos veces.
Colapso. 87

Capítulo 22
-No. —Me escucho decir—. Se supone que no debes estar aquí.
Sentándose en mi cama, se inclinó hacia atrás sobre sus codos, sus piernas estiradas frente a ella, cruzadas en los tobillos. Y mientras alguna parte de mi comprendió que debía estar soñando, en alguna otra, una abrumadoramente dominante parte de mi se rehusaba a aceptar esto. Parte de mí quería creer que ella realmente estaba aquí, a pulgadas de mí, vistiendo este corto, ajustado vestido negro que sigue deslizándose arriba de sus muslos. Pero todo acerca de ella parece diferente, extrañamente vibrante; los colores son todos equivocados. Sus labios más llenos, sombreados profundamente de rosa; sus ojos parecen más amplios, oscuros. Está usando zapatos que sé que ella nunca usaría. Y lo más extraño de todo: está sonriéndome.
—Hola —susurra.
Una sola palabra, pero mi corazón se acelera. Estoy avanzando lentamente lejos de ella, tambaleándome hacia atrás y casi golpeando mi cabeza contra la cabecera de la cama, cuando me doy cuenta de que mi hombro ya no está herido. Me miro abajo hacia mí mismo. Mis brazos son totalmente funcionales. Vistiendo nada más que una camiseta blanca y mi ropa interior. Ella cambia las posiciones en un instante, apoyándose en sus rodillas para gatear hacia mí. Se sube sobre mi regazo. Ahora a horcajadas sobre mi cintura. De repente respirando demasiado rápido. Sus labios en mi oreja. Sus palabras son tan suaves.
—Bésame —dice.
—Juliette…
—Vine todo el camino hasta aquí. —Aún sonriéndome. Una sonrisa extraña, el tipo con la que nunca me honraría. Pero de algún modo, justo ahora, ella es mía. Mía y perfecta y ella me quiere, y no voy a pelear con ello.
No quiero hacerlo.
Sus manos tirando de mi camiseta, empujándola sobre mi cabeza. Lanzándola al piso. Inclinándose adelante y besando mi cuello, sólo una vez, tan lentamente. Mis ojos cayendo cerrados. No hay suficientes palabras en este mundo para describir lo que estoy sintiendo.
Siento sus manos moverse por mi pecho, mi estómago; sus dedos corriendo a lo largo de los bordes de mi ropa interior. Su cabello cayendo adelante, rozando mi piel, y tengo que apretar mis puños para evitar sujetarla a mi cama.
Cada terminación nerviosa de mi cuerpo está despierta. Nunca me había sentido tan vivo o tan desesperado en mi vida, y estoy seguro que si ella pudiera escuchar lo que estoy pensando ahora mismo, saldría corriendo por la puerta y no volvería nunca más.
Porque la quiero.
Ahora. 
Aquí.
En todos lados.
No quiero nada entre nosotros.
Quiero su ropa fuera y las luces encendidas y quiero estudiarla. Quiero sacarla fuera de su vestido y tomar mi tiempo con cada pulgada de ella. No puedo evitar mi necesidad de sólo mirar fijamente; para conocerla a ella y a sus rasgos: la pendiente de su nariz, la curva de sus labios, la línea de su mandíbula. Quiero correr mis dedos a través de la suave piel de su cuello y rastrear todo el camino hacia abajo. Quiero sentir su peso apretando contra mí, envolviéndose a mi alrededor.
No puedo recordad la razón del por qué esto no puede ser correcto o real. No puedo concentrarme en ninguna cosa a parte del hecho de que está sentada sobre mi regazo, tocando mi pecho, mirando dentro de mis ojos como si pudiera realmente quererme.
Me pregunto si en realidad morí.
Pero sólo cuando me inclino, se inclina hacia atrás, sonriendo antes de alcanzar detrás de ella, sus ojos nunca rompiendo el contacto conmigo.
—No te preocupes —susurra—. Está casi terminado.
Sus palabras parecen tan extrañas, tan familiares.
—¿Qué quieres decir?
—Sólo un poco más y me iré. 
—No. —Estoy parpadeando rápido, alcanzándola—. No, no te vayas...¿a dónde irás...?
—Estarás bien —dice—. Lo prometo.
—No…
Pero ahora ella está sosteniendo un arma.

Y apuntándola hacia mi corazón.  

Destroy me, parte 3

Están decepcionados de que yo esté delante de ellos; enojados, incluso disgustados; de que no esté muerto por la herida.
Pero me temen.
Y eso es todo lo que necesito.
―Fui lesionado ―les digo―, mientras estaba en la búsqueda de dos de nuestros soldados desertores. El soldado Adam Kent y el soldado Kenji Kishimoto quienes colaboraron en la huida en un esfuerzo por secuestrar a Juliette Ferrars, nuestra más reciente transferencia y crítica posesión para el Sector 45. Ellos han sido acusados por el delito de usurpar y detener a la Srta. Ferrars en contra de su voluntad. Pero, y lo más importante, han sido justamente condenados por traición contra el Restablecimiento. Cuando sean encontrados, van a ser ejecutados en el acto.
Terror, me doy cuenta, es uno de los sentimientos más fáciles de leer. Incluso en el rostro estoico de un soldado.
―En segundo lugar ―digo, más lentamente esta vez―, en un intento de acelerar el proceso de estabilización del Sector 45, los ciudadanos, y el resultante caos de estas recientes interrupciones, el comandante supremo del Restablecimiento se nos ha unido en la base. Él llegó ―les digo―, no treinta y seis horas antes.
Algunos hombres han dejado caer sus puños. Se olvidan de ellos mismos. Sus ojos están asustados.
Petrificados.
―Van a darle la bienvenida ―les digo.
Se dejan caer de rodillas.
Es extraño, manejar este tipo de poder. Me pregunto si mi padre está orgulloso de lo que ha creado. Que sea capaz de poner a miles de hombres adultos de rodillas, con sólo unas pocas palabras, con sólo el sonido de su título. Es un tipo horrible, una especie de cosa adictiva.
Cuento con hasta cinco en la cabeza.
―Levántense.
Lo hacen. Y luego se marchan. Cinco pasos hacia atrás, hacia delante, de pie en su lugar. Levantan el brazo izquierdo, doblan los dedos en puños y caen sobre una rodilla. Esta vez, no los hago pararse.
Prepárense, señores les digo. No vamos a descansar hasta que Kent y Kishimoto sean encontrados y la Srta. Ferrars haya regresado a la base. Voy a hablar con el comandante supremo en estas próximas veinticuatro horas, nuestra nueva misión pronto será definida claramente. Mientras tanto ustedes debe entender dos cosas: en primer lugar, vamos a reducir la tensión entre los ciudadanos y esforzarnos en recordarles sus promesas de nuestro nuevo mundo. Y en segundo lugar, tengan la certeza de que vamos a encontrar a los soldados Kent y Kishimoto. Me detengo. Mirando alrededor, centrándome en sus rostros. Que su destino sirva como ejemplo para ustedes. No invitamos traidores al Restablecimiento. Y no los perdonamos. 



Capítulo 12
Uno de los hombres de mi papá me está esperando afuera de mi puerta. Miro en su dirección pero no lo suficiente para distinguir sus facciones.
—Diga su asunto, soldado.
—Señor —dice él—, he sido ordenado para informarle que el comandante supremo requiere su presencia en sus cuarteles para cenar a las veinte mil horas.
—Considere su mensaje recibido. —Me muevo para desbloquear mi puerta.
Él da un paso hacia adelante, bloqueando mi camino.
Me doy vuelta para enfrentarlo.
Él está parado a menos de unos centímetros de mí: un acto implícito de irrespeto; un nivel de confort que ni siquiera Delalieu se permite. Pero a diferencia de mis hombres, los psicópatas que rodean a mi padre se consideran afortunados. Ser un miembro de la élite guardia del comandante supremo es considerado un privilegio y un honor. No le responden a nadie que no sea él.
Y ahora mismo, este soldado está tratando de probar que está en mayor rango que yo. Está celoso de mí. Piensa que soy indigno de ser el hijo del supremo comandante del Restablecimiento. Prácticamente está escrito en su rostro.
Tengo que detener el impulso de reírme mientras miro sus fríos ojos grises y el hueco negro que es su alma. Tiene sus mangas enrolladas encima de sus codos, sus tatuajes militares claramente definidos y mostrándose. Las bandas concéntricas de tinta negra alrededor de sus antebrazos son en rojo, verde y azul, el único signo en su persona que índica que es un soldado en un alto rango elevado. Es un enfermizo ritual de marcado del que siempre me he rehusado a tomar parte.
El soldado sigue mirándome.
Inclino mi cabeza en su dirección, alzo mis cejas.
—Soy requerido —dice él—, para esperar la aceptación verbal de esta invitación.
Me tomo un momento para considerar mis opciones, que son ninguna. 
Yo, como el resto de las marionetas en este mundo, soy completamente sumiso de la voluntad de mí padre. Es una verdad con la que estoy completamente forzado a aceptar cada día: que nunca seré capaz de defenderme del hombre cuyo puño está apretado alrededor de mi columna.
Me hace odiarme.
Encuentro los ojos del soldado de nuevo y me pregunto, por un instante, si tiene nombre antes de darme cuenta que ni siquiera pudiera importarme menos.
—Considérelo aceptado.
—Sí, lo sé
—Y la próxima vez, soldado, no se parara cerca de mí a cinco pies de distancia de mí sin primero pedir permiso.
Él pestañea, asombrado.
—Señor, yo…
—Está confundido. —Lo corto—. Asume que su trabajo con el comandante supremo le confiere inmunidad de las reglas que gobierna la vida de los otros soldados. Aquí, usted está equivocado.
Su mandíbula se tensa.
—Nunca olvide —digo, ahora en voz baja—, que si quisiera su trabajo, yo podría tenerlo. Y nunca olvide que el hombre al que le sirve tan inmensamente es el mismo hombre que me enseñó a disparar un arma cuando yo tenía nueve años.
Sus fosas nasales se abren. Mira hacia adelante.
—Entregue su mensaje, soldado. Y luego memorice este: no me hable de nuevo.
Ahora sus ojos están enfocados en un punto directamente detrás de mí, sus hombros rígidos.
Espero.
Su mandíbula sigue tensa. Lentamente levanta su mano en saludo.
—Se puede ir —digo.
Cierro mi puerta y me inclino contra esta. Sólo necesito un momento. Estiro la mano para alcanzar la botella que dejé en mi mesa de noche y saco dos píldoras cuadradas; las lanzo a mi boca, cerrando mis ojos mientras se disuelven. La oscuridad de detrás de mis párpados es un alivio bienvenido.
Hasta que el recuerdo de su rostro se fuerza en mi consciencia. 
Me siento en mi cama y dejo caer mi cabeza en mi mano. No debería estar pensando en ella ahora mismo. Tengo horas de papeleo para arreglar y el estrés adicional de la visita de mi padre para contener.
Cenar con él debería ser un espectáculo. Un espectáculo destroza almas. Aprieto mis ojos cerrados fuertemente y hago un débil esfuerzo para construir las paredes que seguramente despejarían mi mente. Pero esta vez, no funcionaron. Su rostro sigue apareciendo, su diario atormentándome desde su lugar en mi bolsillo. Y comienzo a darme cuenta de que una pequeña parte de mí no quiere alejar los pensamientos de ella. Una parte de mí disfruta la tortura.
Esta chica me está destruyendo.
Una chica que ha pasado el último año en un asilo para locos. Una chica que me intentaría disparar si la beso. Una chica que escapó con otro hombre sólo para alejarse de mí.
Por puesto esta es la chica de la cual me enamoraría.
Cierro una mano encima de mi boca.
Estoy volviéndome loco.
Me quito las botas. Me subo por la cama y permito que mi cabeza golpee las almohadas de debajo de mí.
Ella durmió aquí, pienso. Durmió en mi cama. Se despertó en mi cama.
Ella estuvo aquí y yo la dejé escapar.
Fallé.
La perdí.
Ni siquiera me doy cuenta que he sacado el cuaderno de mi bolsillo hasta que lo estoy sosteniendo frente a mi rostro. Mirándolo. Estudiando la cubierta desteñida en un intento por entender donde pudo haber adquirido tal cosa. Debió haberlo robado de algún lugar, aunque no puedo imaginarme dónde.
Hay tantas cosas que quiero preguntarle. Tantas cosas que deseo poderle decir.
En cambio, abro el diario y leo.
Algunas veces cierro mis ojos y pinto estas paredes de un color diferente.
Imagino que estoy usando medias calientes y sentada junto al fuego. Me imagino que alguien me ha dado un libro para leer, una historia para que me aleje de la tortura de mí propia mente. Quiero ser alguien más en otro lugar con algo que llene mi mente. Quiero correr, sentir el viendo jalando mi cabello. Quiero pretender que esto es sólo una historia dentro de una historia. Que esta celda es sólo una escena, que estas manos no me pertenecen, que esta ventana lleva a algún lugar hermoso si simplemente pudiera romperla. Pretendo que esta almohada está limpia, pretendo que esta cama es suave. Pretendo y pretendo y pretendo hasta que el mundo se vuelve tan impresionante detrás de mis párpados que ya no lo puedo contener. Pero luego mis ojos se abren y estoy agarrada alrededor de mi garganta por un par de manos que no dejarán de sofocarme.
Sofocarme sofocarme.
Mis pensamientos, pienso, pronto serán escuchados.
Mi mente, espero, pronto será encontrada.
El diario cae de mi mano y hacia mi pecho. Paso mi mano libre por mi rostro, por mi cabello. Froto la parte posterior de mi cuello y me levanto tan rápido que mi cabeza golpea el cabezal y estoy agradecido por eso. Me tomo un momento para apreciar el dolor.
Luego recojo el libro.
Y volteo la página.
Me pregunto que están pensando. Mis padres. Me pregunto dónde estarán. Me pregunto si ahora estarán bien, si ahora son felices, si finalmente obtuvieron lo que quisieron. Me pregunto si alguna vez mi mamá tendrá otro hijo. Me pregunto si alguien será lo suficientemente amable para matarme, y me pregunto si el infierno es mejor que esto. Me pregunto cómo se ve mi rostro ahora. Me pregunto si alguna vez volveré a respirar aire fresco.
Me pregunto tantas cosas.
Algunas veces me quedo despierta por días simplemente contando todo lo que puedo encontrar. Cuento las paredes, las grietas en las paredes, mis dedos de las manos y los pies. Cuento los resortes en la cama, los hilos de las sábanas, los pasos que doy para cruzar la habitación y devolverme. Cuento mis dientes y los cabellos individuales en mi cabeza y los números de los segundos que puedo contener mi respiración.
Pero algunas veces me canso tanto que olvido que ya no se me permite desear más, y me encuentro deseando la única cosa que siempre he querido. Con lo único que siempre he soñado.
Deseo todo el tiempo un amigo.
Lo sueño. Me imagino cómo sería. Sonreír y que me sonrían. Tener una persona para confiar; alguien que no me lance cosas o ponga mis manos en el fuego o me golpee por haber nacido. Alguien que escuche que fui abandonada y trate de encontrarme, alguien que nunca esté asustado de mí.
Alguien que sepa que nunca traté de herirlos. Me encojo en una esquina de esta habitación y entierro mi cabeza en mis rodillas y me balanceo hacia atrás y adelante hacia atrás y adelante hacia atrás y adelante y deseo y deseo y deseo y sueño con cosas imposibles hasta que me he dormido por llorar.
Me pregunto cómo sería tener un amigo.
Y luego me pregunto quién más está encerrado en este asilo. Me pregunto de dónde vienen los otros gritos.
Me pregunto si vienen por mí.
Trato de mantenerme concentrado, diciéndome que esto son sólo palabras vacías pero estoy mintiendo. Porque de algún modo, sólo leer estas palabras es demasiado; y el pensar en su dolor me está causando una cantidad de agonía insoportable.
Saber que ella experimentó esto.
Fue abandonada por sus propios padres, marginada y abusada toda su vida. La empatía no es una palabra que haya conocido, pero ahora me está ahogando, llevándome a un mundo que nunca sabía que podía entrar.
Y aunque siempre había creído que ella y yo compartíamos tantas cosas, no sabía cuán profundo podía sentirlo.
Me está matando.
Me pongo de pie. Comienzo a pasear por mi habitación hasta que finalmente tengo el nervio de seguir leyendo.
Luego tomo una profunda respiración.
Y volteo la página.
Hay algo hirviendo dentro de mí.
Algo que nunca me había atrevido a sacar, algo de lo que estoy atemorizada de reconocer. Hay una parte de mí reclamando ser libre de la jaula en la que he sido atrapada, golpeando en las paredes de mi corazón, rogando por ser libre.
Rogando por dejarse ir.
Cada día me siento como si estuviera volviendo vivir la misma pesadilla. Abro mi boca para gritar, para pelear, para mover mis puños pero mis cuerdas vocales están cortadas, mis brazos son pesados y pesan como si estuvieran atrapados en cemento mojado y grito pero nadie puede escucharme, nadie puede alcanzarme y estoy atrapada. Y me está matando.Siempre tuve que hacerme de sumisa, sirviente, retorcida en una fregona pasiva y suplicante sólo para hacer que todos se sintieran a salvo y cómodos. Mi existencia se ha vuelto una pelea para probar que soy inofensiva, que no soy una amenaza, que soy capaz de vivir entre otros humanos sin herirlos.
Y estoy tan cansada estoy tan cansada estoy tan cansada estoy tan cansada y algunas veces me pongo tan molesta.
No sé que me está pasando.
—Dios, Juliette —jadeo.
Y caigo de rodillas.
—Llama por transporte de inmediato.
Necesito salir. Necesito salir de inmediato.
—¿Señor? Quiero decir, sí, señor, por supuesto… pero dónde…
—Tengo que visitar las barracas —digo—. Debo hacer mis rondas antes de mi reunión esta tarde.
Esto es a la vez verdad y mentira. Pero estoy dispuesto a hacer cualquier cosa en este momento que pueda sacar mi mente de este diario.
—Oh, ciertamente, señor. ¿Le gustaría que lo acompañara?
—Eso no será necesario, Teniente, pero gracias por la oferta.
—Yo, s-señor —vacila—. Por supuesto, es m-mi placer, señor, asistirlo.
Buen Dios, me he olvidado de mis sentidos. Nunca le agradecí a Delalieu. Probablemente le he dado un paro cardíaco a este pobre hombre.
—Estaré listo para irme en diez minutos. —Lo corto.
Se detiene de repente. Luego.
—Sí, señor. Gracias, señor.
Estoy presionando mi puño contra mi boca mientras la llamada se desconecta. 

Capítulo 13
Nosotros teníamos casas. Antes.
De todos los diferentes tipos.
Casas de 1 piso. Casas de 2 pisos. Casas de 3 pisos.


Compramos adornos de jardín y luces centelleantes, aprendimos a andar en bicicleta sin las ruedas de entrenamiento.
Compramos vidas confinadas dentro de 1, 2, 3 pisos ya construidos, pisos atrapados dentro de estructuras que no podíamos cambiar.
Vivimos en aquellos pisos por un tiempo.
Nosotros seguimos el relato establecido para nosotros, la prosa inmovilizada en cada metro cuadrado de espació que nosotros habíamos adquirido. Estábamos contentos con los giros de la trama que sólo redirigieron suavemente nuestras vidas. Firmamos en la línea punteada por las cosas que no sabíamos que nos importaban. Comimos las cosas que no deberíamos, gastamos dinero cuando no podíamos, perdimos de vista la tierra que teníamos que habitar y perdimos perdimos perdimos todo. Comida. Agua. Recursos.
Pronto los cielos fueron grises con contaminación química, y las plantas y animales estaban enfermos por modificación genética, y las enfermedad se arraigaban a si misma en nuestro aire, nuestra comida, nuestra sangre y huesos.
La comida desapareció. Las personas estaban muriendo. Nuestro imperio cayó en pedazos.
El Restablecimiento dijo que nos ayudaría. Salvaría. Reconstruiría nuestra sociedad.
En lugar de eso ellos nos desgarraron a todos nosotros. 
Disfruto viniendo a los compuestos.
Es un extraño lugar para buscar refugio, pero hay algo sobre ver tantos civiles en este vasto, abierto espacio que me recuerda lo que estoy destinado a hacer. Estoy tan a menudo confinado entre las paredes del cuartel general del Sector 45 que olvido las caras de esos que están luchando y esos por los que estamos luchando.
Me gusta recordar.
Casi todos los días visito cada grupo en los compuestos; saludo a los residentes y les pregunto sobre sus condiciones de vida. No puedo dejar de sentir curiosidad sobre qué debe de ser la vida para ellos ahora. Porque mientras el mundo cambió para todos los demás, siempre se mantuvo igual para mí. Reglamentado. Aislado. Sombrío.
Hubo un tiempo cuando las cosas eran mejores, cuando mi padre no estaba siempre tan enojado. Yo tenía unos cuatro años entonces. Él solía dejar que me sentara en su regazo y buscara es sus bolsillos. Yo podía quedarme lo que quisiera siempre y cuando mi argumento fuera lo suficientemente convincente. Esa era su idea de un juego.
Pero todo eso era antes.
Envuelvo mi abrigo con más fuerza alrededor de mi cuerpo, siento el material presionar contra mi espalda. Me estremezco sin querer.
La vida que conozco es la única que importa. La asfixia, el lujo, las noches sin dormir y los cadáveres. Siempre fui enseñado a concentrarme en el poder y dolor, ganando e infringiendo.
Nada me aflije.
Tomo todo.
Es la única manera que se cómo vivir en este cuerpo maltrecho. Vacío mi mente de las cosas que me infectan y agobian mi alma, y tomo todo lo que puedo de las pequeñas simpatías que vienen en mi camino. No sé lo que es vivir una vida normal; no sé como simpatizar con los civiles que perdieron sus casas. Yo no sé que debe de haber sido para ellos antes de que El Restablecimiento se hiciera cargo.
Así que disfruto visitar los compuestos. Disfruto viendo como otras personas viven; me gusta que la ley los obliga a responder mis preguntas. No tendría otra manera de saber, de lo contrario.
Pero mi tiempo se ha acabado. Presté poca atención al reloj antes de salir de la base y no me di cuenta que tan pronto el sol va a ponerse. La mayoría de los civiles están regresando a casa a retirarse por la noche, sus cuerpos inclinados, acurrucados contra el frío mientras ellos caminan arrastrando los pies hacia los grupos de metal que comparten con al menos otras tres familias.
Estas casas improvisadas son construidas a partir de contenedores de transporte de doce metros; están apilados uno junto al otro y uno encima del otro, puestos juntos en grupos de cuatro y seis. Cada contenedor ha sido aislado; adaptado con dos ventanas y una puerta. Escaleras para los niveles de arriba adheridas a cada lado. Los techos están revestidos con paneles solares para proveer electricidad gratis para cada agrupamiento.
Es algo de lo que estoy orgulloso.
Porque fue mi idea.
Cuando estábamos buscando refugio temporal para los civiles, sugerí restaurar los viejos contenedores que recubren los muelles de cada puerto alrededor del mundo. No sólo son baratos, fácilmente reciclables, y altamente personalizables, pero son apilables, portátiles, y construidos para resistir a los elementos. Requieren mínima construcción, y con el equipo correcto, miles de viviendas pueden estar listas en cuestión de días.
Le tiré la idea a mi padre, pensando que podría ser la opción más eficaz, una solución temporal que sería mucho menos cruel que tiendas de campaña; algo que ofreciera un verdadero, seguro refugio. Pero el resultado fue tan eficaz que El Restablecimiento no vio necesidad de actualizar. Aquí, en tierra que solía ser un vertedero, hemos apilado miles de contenedores, grupos de desteñidos, cubos rectangulares que son fáciles de monitorear y seguir la pista.
A las personas todavía se les dice que estas casas son temporales. Que un día van a regresar a los recuerdos de su vida anterior, y que las cosas van a ser brillantes y hermosas de nuevo. Pero todo eso es una mentira.
El Restablecimiento no tiene planes para moverlos. 
Civiles son enjaulados en este suelo regulado; estos contenedores se han convertido en sus prisiones.
Todo ha sido numerado. El pueblo, sus casas, su nivel de importancia para El Restablecimiento.
Aquí, ellos se han convertido en parte de un enorme experimento. Un mundo en el que ellos trabajan para apoyar las necesidades de un régimen que les hace promesas que nunca se cumplen.
Esta es mi vida.
Este triste mundo.
La mayoría de los días me siento tan enjaulado como estos civiles, y eso es probablemente el porqué siempre vengo aquí. Es como correr de una prisión a otra; una existencia en la que no hay alivio, no hay refugio. Donde incluso mi propia mente es un traidor.
Debería de ser más fuerte que esto.
He estado entrenando hace poco más de una década. Cada día trabajo para afilar mis fuerzas físicas y mentales. Yo soy un metro setenta y seis y 77 kilos de músculo. He sido construido para sobrevivir, para maximizar aguante y energía, y estoy más cómodo cuando estoy sosteniendo una pistola en mi mano. Puedo limpiar, desarmar, y rearmar más de 150 diferentes tipos de armas de fuego. Puedo dispararle a un objetivo a través del centro desde casi cualquier distancia. Puedo romper la tráquea de una persona con sólo el borde de mi mano. Puedo paralizar temporalmente a un hombre sin nada más que mis nudillos.
En el campo de batalla, soy capaz de desconectarme a mí mismo de los movimientos que me han enseñado a memorizar.
He desarrollado una reputación como de un frío, insensible monstruo que no teme a nada y se preocupa por menos.
Pero todo esto es muy engañoso.
Porque la verdad es, que yo no soy más que un cobarde. 

Capítulo 14
El sol se está poniendo.
Pronto no voy a tener más remedio que volver a la base, donde voy a tener que quedarme quieto y escuchar a mi padre hablar en lugar de dispararle un tiro en la boca abierta.
Así que a ganar tiempo.
Puedo observar desde lejos mientras los niños corren alrededor cuando sus padres los llevan a sus casas. Me pregunto acerca de cómo algún día tendrán la edad suficiente para darse cuenta de que las tarjetas de registro del Restablecimiento que llevan son en realidad tarjetas de seguimiento para cada uno de sus movimientos. Que el dinero que sus padres ganan por trabajar en cualquier fábrica está clasificado en esta, estrechamente monitorizado. Estos niños crecerán y comprenderán finalmente que todo lo que hacen es grabado, cada conversación diseccionada por los rumores de rebelión. No saben que se crean perfiles para todos los ciudadanos, y que cada perfil está lleno de documentación sobre sus amistades, relaciones y hábitos de trabajo, incluso la forma en que eligen pasar su tiempo libre.
Sabemos todo sobre todos.
Demasiado.
Tanto, de hecho, que rara vez recuerdo que estamos tratando con personas reales, vivas hasta que las veo en los campos. He aprendido de memoria los nombres de casi todas las personas en el Sector 45. Me gusta saber quién vive dentro de mi jurisdicción, soldados y civiles por igual. Así es como yo sabía, por ejemplo, que el soldado Seamus Fletcher, 45B-76.423, estaba golpeando a su esposa y niños cada noche.
Sabía que él estaba gastando todo su dinero en alcohol, sabía que había estado matando de hambre a su familia. Estuve monitoreando los RESTANTES dólares que gastaba en nuestros centros de suministro y observé cuidadosamente a su familia en los campos. Sabía que sus tres hijos estaban por debajo de la edad de diez años y no habían comido en las últimas semanas, sabía que en repetidas ocasiones habían estado en los campos médicos por huesos rotos y puntos de sutura. Sabía que había golpeado a su hija de nueve años, en la boca y partido el labio, fracturado su mandíbula, y roto sus dos dientes delanteros, y sabía que su esposa estaba embarazada. También sabía que él la golpeó con tanta fuerza una noche que perdió a su hijo al día siguiente.
Lo sabía, porque estaba allí.
Había estado parando por cada residencia, visitando a los civiles, haciendo preguntas sobre su salud y situaciones de vida en general. Quería saber acerca de sus condiciones de trabajo y si algún miembro de su familia estaba enfermo y tenía que estar en cuarentena.
Ella estaba allí ese día. La esposa de Fletcher. Su nariz estaba rota tan fuertemente que sus dos ojos se habían hinchado. Su cuerpo era tan delgado y frágil, su color tan pálido que creí que podría romperse por la mitad con sólo sentarse. Pero cuando le pregunté acerca de sus heridas, ella no me miró a los ojos. Dijo que se había caído, que a causa de su caída, había perdido el embarazo y se logró romper la nariz en el proceso.
Asentí con la cabeza. Agradecí su cooperación para responder a mis preguntas.
Y entonces convoqué una asamblea.
Soy muy consciente de que la mayoría de mis soldados roban nuestros centros de almacenamiento. Yo superviso nuestro inventario de cerca, y sé que los suministros faltan todo el tiempo. Pero permito estas infracciones para que no alteren el sistema. Unos pocos panes extra o barras de jabón mantienen a mis soldados de un mejor espíritu; trabajan más duro si están saludables, y la mayoría están apoyando a sus cónyuges, hijos y parientes. Entonces se trata de una concesión que permito.
Pero hay algunas cosas que no perdono. 
No me considero un hombre moral. No filosofo sobre la vida o me causo molestias con las leyes y principios que rigen a la mayoría de las personas. No pretendo saber la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto. Pero si vivo con un cierto tipo de código. Y a veces, creo, que tienes que aprender a disparar primero.
Seamus Fletcher estaba asesinando a su familia. Y le disparé en la frente porque pensé que sería más amable que rasgarlo en pedazos con la mano.
Pero mi padre me recogió de donde Fletcher murió. Mi padre tenía a sus tres hijos y su madre muerta, todo por culpa de ese bastardo borracho del que habían dependido para proveerse. Él era su padre, su marido, y la razón por la que todos murieron de una manera brutal y prematura.
Y algunos días me pregunto por qué insisto en seguir vivo. 

Capítulo 15
Una vez que estoy de vuelta en la base, me dirijo hacia abajo.
Ignoro los soldados y su saludo cuando paso, prestando poca atención a la mezcla de curiosidad y recelo en sus ojos. Ni siquiera me doy cuenta de que me dirigía en esta dirección hasta que llegué a la sede, pero mi cuerpo parece saber más lo que necesito en este momento de lo que mi mente lo hace. Mis pisadas son pesadas, el sonido constante de mis botas se hace eco a lo largo del camino de piedra mientras llego a los niveles más bajos.
No he estado aquí en casi dos semanas.
La habitación ha sido reconstruida desde mi última visita, el panel de vidrio y el muro de concreto han sido sustituidos. Y hasta donde yo sé, ella fue la última persona que utilizó este sitio.
Yo mismo la traje aquí.
Empujo a través de un conjunto de puertas giratorias dobles en el vestuario que se encuentra adyacente a la plataforma de simulación. Mis manos buscan un interruptor en la oscuridad, los tonos de luz parpadean una vez que vuelve a la vida. Un zumbido sordo de electricidad vibra a través de estas vastas dimensiones. Todo está en silencio, abandonado.
Así es como me gusta.
Tiro tan rápido como este brazo herido me permite. Todavía me quedan dos horas antes de que mi padre me espere para la cena, así que no debería sentirme tan ansioso, pero mis nervios no están cooperando. Todo parece estar alcanzándome al mismo tiempo. Mis fracasos. Mi cobardía. Mi estupidez.
A veces estoy tan cansado de esta vida.
Estoy de pie descalzo sobre este piso de concreto en nada más que un cabestrillo para el brazo, odiando la forma en que esta lesión constantemente me ralentiza. Agarro los pantalones cortos escondidos en mi armario y tiro de ellos lo más rápidamente posible, apoyado contra la pared. Cuando por fin estoy en posición vertical, golpeo el cierre del casillero y camino hacia la habitación contigua.
Choco con otro interruptor, y la cubierta operativa principal zumba a la vida. Las computadoras pitan y parpadean mientras el programa vuelve a calibrar; paso los dedos por el teclado.
Utilizamos estas habitaciones para generar simulaciones.
Manipulamos la tecnología para crear entornos y experiencias que existen en su totalidad en la mente humana. No sólo somos capaces de crear el marco, sino que también podemos controlar los detalles minuciosos. Los sonidos, los olores, la confianza falsa, la paranoia. El programa fue diseñado originalmente para ayudar a los soldados del tren para misiones específicas, así como para ayudarlos a superar los miedos que de lo contrario los paralizarían en el campo de batalla.
Yo lo uso para mis propios fines.
Solía venir aquí todo el tiempo antes de llegar a la base. Este fue mi espacio seguro, mi único escape del mundo. Sólo deseo que no viniera con un uniforme. Estos pantalones cortos son de almidón e incómodos, el poliéster y la picazón es irritante. Pero los pantalones cortos están revestidos con un químico especial que reacciona con la piel y la información alimenta a los sensores, además ayuda a colocarme en la experiencia, y me permitirá correr por millas sin chocar contra las paredes reales, físicas en mi entorno real. Y para que el proceso sea lo más eficaz posible, tengo que estar usando casi nada. Las cámaras son hipersensibles al calor del cuerpo, y funcionan mejor cuando no están en contacto con materiales sintéticos.
Espero que este detalle sea corregido en la próxima generación del programa.
El mainframe me pide información, rápidamente introduzco un código de acceso que me otorga la autorización para levantar una historia de mis simulaciones anteriores. Miro por encima de mi hombro mientras el equipo procesa los datos, miro a través del recién reparado espejo de dos vías que ve hacia la cámara principal. Todavía no puedo creer que ella rompió una pared entera de vidrio y hormigón y logró alejarse ilesa.
Increíble.
El equipo emite un sonido dos veces, me giro de nuevo a su alrededor. Los programas en mi historia están cargados y listos para ser ejecutados. Su archivo está en el tope de la lista.
Respiro profundo, tratando de quitarme de encima el recuerdo. No me arrepiento de ponerla en medio de una experiencia tan horrible, no sé si ella alguna vez se permitió finalmente perder el control, para finalmente habitar su propio cuerpo, si no hubiera encontrado un método eficaz de provocarla. En última instancia, realmente creo que la ayudé, tal como pretendía hacerlo. Pero desearía que no me hubiera apuntado con un arma a la cara y que saltara por una ventana poco después.
Tomo otra respiración lenta, estabilizadora.
Y selecciono la simulación por la que vine aquí. 

Capítulo 16
Estoy en la cámara principal.
Enfrentándome a mí mismo.


Esta es una simulación muy simple. No cambié mi ropa o mi pelo o siquiera el suelo alfombrado de la habitación. No hice nada excepto crear un duplicado de mí mismo y darle a él un arma.
Él no dejará de mirarme
Uno.
Inclina la cabeza
—¿Estás listo? —Pausa—. ¿Estás preocupado?
Mi corazón se acelera.
Él eleva su brazo. Sonríe un poco.
—No te preocupes —dice—. Ya casi hemos terminado.
Dos.
—Sólo un poco más y te dejaré —dice, apuntando el arma directamente a mi frente.
Las palmas de mis manos están sudando. Mi pulso acelerándose.
—Estarás bien —miente—. Te lo prometo. 
Tres.
Boom. 

Capítulo 17
¿Estás seguro de que no tienes hambre? — pregunta mi padre, todavía masticando—. Esto está realmente bueno.
Me muevo a un lado en mi lugar. Concentrado en los pliegues planchados en los pantalones que estoy usando.
—¿Hm? —pregunto. En realidad pude escucharlo sonreír.
Estoy muy consciente de los soldados cubriendo las paredes de esta habitación. Él siempre los mantiene cerca, y siempre en constante competencia entre ellos. Su primera asignación fue determinar quién de los once era el eslabón más débil. El que tuviera el argumento más convincente era luego obligado a deshacerse de su blanco. Mi padre encuentra estas prácticas divertidas.
—Me temo que no estoy hambriento. La medicina —miento—, me quita el apetito.
—Ah —dice él. Lo escucho poner sus cubiertos en la mesa—. Claro. Que inconveniente.
No digo nada.
—Déjennos solos.
Dos palabras y sus hombres se dispersan en cuestión de segundos. La puerta se desliza cerrada detrás de ellos.

—Mírame —dice.