Miré
hacia arriba, mis ojos cuidadosamente desprovistos de emoción. Odio su cara. No
puedo soportar mirarlo por mucho tiempo; no me gusta experimentar el impacto completo de cuán inhumano es él. No es torturado por lo qué hace o
cómo vive. De hecho, lo disfruta. Ama el torrente de poder; piensa de sí mismo
como una entidad invencible.
Y en
algunos aspectos, no está equivocado.
He
llegado a creer que el hombre más peligroso en el mundo es el que no siente
ningún remordimiento. El que nunca se disculpa y por lo tanto no busca el
perdón. Porque al final son nuestras emociones las que nos hacen débiles, no
nuestras acciones.
Me doy
la vuelta.
—¿Qué
encontraste? —pregunta, sin preámbulos.
Mi
mente inmediatamente va al diario que he guardado en mi bolsillo, pero no hago
ningún movimiento. No me atrevo a echarme para atrás. La gente rara vez se da
cuenta que ellos dicen mentiras con sus labios y verdades con sus ojos todo el
tiempo. Pon un hombre en una habitación con algo que está escondiendo y luego
pregúntale dónde lo ha escondido, te dirá que no lo sabe, que tienes al hombre
equivocado; pero él siempre va a mirar a su posición exacta. Y justo ahora sé
que mi padre esta observándome, esperando a ver a donde podría mirar, que
podría decir después.
Mantengo
mis hombros relajados y tomo una lenta e imperceptible respiración para
estabilizar mi corazón. No respondo.
Finjo
estar perdido en mis pensamientos.
—¿Hijo?
Miro
hacia arriba. Fingiendo sorpresa.
—¿Sí?
—¿Qué
encontraste? ¿Cuando buscaste en su habitación hoy?
Exhalo.
Sacudo mi cabeza mientras me inclino hacia atrás en mi silla.
—Vidrio
roto. Una cama desaliñada. Su armario, abierto de par en par. Ella tomó sólo
unos pocos artículos de tocador y algunos pares extra de ropa y ropa interior.
Nada más estaba fuera de lugar.
Nada
de esto es una mentira.
Lo escucho suspirar. Empuja lejos su plato.
Siento
el contorno del cuaderno quemando contra mi muslo.
—¿Y
dices que no sabes a dónde podría ella haber ido?
—Yo
sólo sé que ella, Kent, y Kishimoto deben de estar juntos —le digo—. Delalieu
dijo que ellos robaron un auto, pero el rastro desapareció abruptamente en el
borde de un campo estéril. Hemos tenido tropas en patrulla durante días,
buscando en la zona, pero no han encontrado nada.
—¿Y en
dónde —dice—, planeas buscar ahora? ¿Piensas que ellos podrían haber cruzado
hacia otro sector? —Su voz está apagada. Entretenida.
Miro
arriba a su cara sonriente.
Solamente
me está haciendo estas preguntas para probarme. Él tiene sus propias
respuestas, su propia solución ya preparada. Quiere verme fallar contestando
incorrectamente. Está tratando de probar que sin él, yo tomo las decisiones
equivocadas.
Se
está burlando de mí.
—No
—le digo, mi voz firme, estable—. No creo que ellos hagan algo tan estúpido
como cruzar hacia otro sector. No tienen el acceso, los medios, o la capacidad.
Probablemente estén muertos para ahora. La chica probablemente es la única
sobreviviente, y no puede haber ido lejos porque no tiene idea cómo navegar
estas áreas. Ella ha estado ciega a ellos por mucho tiempo; todo en este medio
ambiente es extraño para ella. Además, no sabe conducir, y si de alguna manera
lograra robar un vehículo, recibiríamos aviso de propiedad robada. Considerando
su estado de salud general, su propensión a la falta de esfuerzo físico, y su
falta de acceso a comida, agua, y atención medica, probablemente colapsó en un
radio de cinco millas de ese supuesto campo estéril. Tenemos que encontrarla
antes de que se congele hasta la muerte.
Mi
padre se aclara la garganta.
—Sí
—dice él—, esas son teorías interesantes. Y tal vez bajo circunstancias
ordinarias, podrían realmente ser validas. Pero no estás recordando el detalle
más importante.
Encuentro
su mirada.
—Ella no es normal —dice, recostándose en su silla—. Y ella no es
la única de su especie.
Mi
ritmo cardiaco se acelera. Parpadeo demasiado rápido.
—Oh
vamos, ¿en serio no habías sospechado? ¿Hiciste alguna hipótesis? —ríe—. Parece
estadísticamente imposible que ella sea el único error fabricado por nuestro
mundo. Tú sabías esto, pero no querías creerlo. Y yo vine aquí a decirte que es
verdad. —Inclina su cabeza hacia mí. Sonríe con una gran, vibrante sonrisa—.
Hay más de ellos. Y ellos la han reclutado.
—No
—respiré.
—Ellos
se infiltraron en tus tropas. Vivieron en medio de ustedes en secreto. Y ahora
robaron tu juguete y huyeron con él. Sólo Dios sabe cómo ellos esperan
manipularla para su propio beneficio.
—¿Cómo
puedes estar seguro? —pregunto—. ¿Cómo sabes que tuvieron éxito en llevársela
con ellos? Kent estaba medio muerto cuando lo dejé…
—Presta
atención, hijo. Te estoy diciendo que ellos no son normales. Ellos no siguen
tus reglas; no hay lógica que los una. No tienes idea de las rarezas de las que
ellos podrían ser capaces. —Una pausa—. Además, ya he sabido por cierto tiempo
que un grupo de ellos existían clandestinamente en esta área. Pero en todos
estos años siempre se mantuvieron contenidos. Ellos no interfirieron con mis
métodos, y pensé que era mejor dejarlos morir por su cuenta sin infectar a
nuestros civiles con pánico innecesario. Tú entiendes, por supuesto —dice él—.
Después de todo, difícilmente pudiste contener incluso a uno solo de ellos. Son
cosas monstruosas para la vista.
—¿Tú
sabías? —Estoy en mis pies ahora. Tratando de mantener la calma—. ¿Tú sabías de
su existencia, todo este tiempo, y aún así no dijiste nada? ¿No dijiste nada?
—Parecía
innecesario.
—¿Y
ahora? —exijo
—Ahora
parece pertinente. —¡Increíble! —Lanzo mis manos al aire—. ¡Que hayas retenido tal
información de mí! Cuando sabías mis planes para ella….cuando sabías los
dolores que había tomado para traerla a aquí…
—Cálmate
—dice. Estira sus piernas; descansando el tobillo de una en la rodilla de la
otra—.Vamos a encontrarlos. Este campo estéril del que Delalieu habló, ¿el área
dónde el automóvil ya no era detectable? Ese lugar es nuestro objetivo. Ellos
deben estar situados bajo tierra. Debemos encontrar la entrada y destruirlos en
silencio, desde el interior. Luego tendremos que castigar al culpable de entre
ellos, y evitar que el resto se levante e inspirar una rebelión en nuestro
pueblo.
Se
inclina hacia delante.
—Los
civiles escuchan todo. Y justo ahora ellos están vibrando con una nueva especie
de energía. Se sienten inspirados porque alguien fue capaz de escapar, y de que
tú fuiste herido en el proceso. Eso hace que nuestras defensas parezcan débiles
y fácilmente penetrables. Debemos destruir esta percepción corrigiendo el
desequilibrio. El miedo va a regresar todo a su lugar adecuado.
—Pero
ellos han estado buscando —le digo—. Mis hombres. Cada día han recorrido el
área y no han encontrado nada. ¿Cómo podemos estar seguros de que vamos a
encontrar cualquier cosa en absoluto?
—Porque
—dice él—, tú vas a guiarlos. Cada noche. Después del toque de queda, mientras
los civiles duermen. Vas a parar tus búsquedas diurnas; no les darás a los
ciudadanos otra cosa para hablar. Actúa en silencio, hijo. No muestres tus movimientos.
Yo me quedaré en la base y supervisaré tus responsabilidades a través de mis
hombres; voy a dictar a Delalieu según sea necesario. Y mientras tanto, debes
encontrarlos, para que pueda destruirlos lo más rápidamente posible. Este sin
sentido ha sido suficientemente largo —dice él—, y ya no estoy sintiéndome
amable.
Capítulo 18
Lo siento. Lo siento
tanto. Lo siento lo siento tanto lo siento mucho lo siento tanto. Lo siento lo
siento tanto lo siento. Lo siento. Lo siento tanto. Lo siento lo siento lo
siento tanto lo siento tanto lo siento tanto. Lo siento mucho. Lo siento mucho.
Lo siento lo siento lo siento lo siento lo siento tanto lo siento, lo siento
tanto lo siento. Lo siento mucho. Lo siento tanto Lo siento tanto, así lo
siento, estoy tan Lo siento. Lo siento mucho. Lo siento estoy tan lo siento. Lo
siento mucho. Lo siento tanto Lo siento tanto, lo siento mucho, lo siento
mucho. Lo siento tanto Lo siento tanto. Lo siento tanto lo siento. Lo siento
mucho. Lo siento tanto lo siento, lo siento lo siento tanto, por favor
perdóname.
Fue un accidente.
Perdóname
Por favor, perdóname.
Es poco lo que permito a
cualquiera descubrir sobre mí. Es incluso aún menos lo que estoy dispuesto a
compartir sobre mí mismo. Y de muchas cosas nunca he hablado, esta es uno de
ellos.
Me gusta tomar baños
largos.
He tenido una obsesión
por la limpieza desde que puedo recordar. Siempre he estado tan sumido en la
muerte y la destrucción que creo que he compensado en exceder por mantenerme
virgen tanto como me sea posible. Puedo tomar duchas frecuentes. Me cepillo y
paso mi hilo dental tres veces al día. Puedo recortar mi propio cabello cada
semana. Me lavo las manos y las uñas antes de irme a la cama y justo después de
despertarme. Tengo una enfermiza preocupación por sólo usar la ropa recién
lavada. Y cada vez que estoy experimentando cualquier nivel extremo de emoción,
lo
único que calma mis nervios es un largo baño. Así que eso es lo que estoy
haciendo ahora mismo.
Los médicos me enseñan
cómo hundir mis brazos lesionados en el mismo plástico que utilizaron antes,
así que soy capaz de hundirme bajo la superficie sin problemas. Sumerjo mi
cabeza durante un largo tiempo, conteniendo la respiración mientras exhalo por
la nariz. Siento como las pequeñas burbujas suben a la superficie.
El agua caliente me hace
sentir sin gravedad. Llevándose la carga, siento que necesito un momento para
aliviar mis hombros de este peso. Para cerrar mis ojos y relajarme.
Mi cara se sale a la
superficie.
No abro mis ojos; sólo mi
nariz y mis labios encuentran oxígeno en el otro lado. Puedo tomar
respiraciones pequeñas, incluso para ayudar a estabilizar mi mente. Es tan
tarde que no sé la hora que es; todo lo que sé es que la temperatura ha bajado
considerablemente, y el aire frío hace cosquillas en mi nariz. Es una sensación
extraña, tener el 98 por ciento de mi cuerpo flotando a una temperatura,
dándole bienvenida al calor, mientras mi nariz y labios se contraen por el
frío.
Hundo mi rostro debajo
del agua otra vez.
Podría vivir aquí, creo.
Vivir donde la gravedad no sabe mi nombre. Aquí soy libre, sin ataduras por las
cadenas de esta vida. Soy un cuerpo diferente, una cáscara diferente, y mi peso
es llevado por las manos de los amigos. Muchas noches he deseado poder
conciliar el sueño en esta hoja.
Me hundo más profundo.
En una semana toda mi
vida ha cambiado.
Mis prioridades,
cambiaron. Mi concentración, destruida. Todo lo que me importa en este momento
gira en torno a una persona, y por primera vez en mi vida, no soy yo. Sus
palabras se han grabado en mi mente. No puedo dejar de imaginarme como debe de
haber sido ella, no puedo dejar de pensar lo que debe de haber experimentado.
Encontrar su diario me ha paralizado. Mis sentimientos hacia ella se han
disparado fuera de control. Nunca he estado tan desesperado por verla, hablar
con ella.
Quiero que sepa que ahora
lo entiendo. Lo que no podía entendía antes. En realidad Ella y yo somos lo
mismo; y de muchas maneras más de las que pudo haber imaginado. Pero
ahora ella está fuera de mi alcance. Se ha ido a algún lugar con extraños que
no la conocen y no van a cuidar de ella como me gustaría. Ella se ha ido a otro
lugar extraño en el entorno exterior sin tiempo de transición, y estoy
preocupado por ella. Una persona en su situación, con su pasado, no se recupera
de la noche a la mañana. Y ahora, una de las dos cosas va a suceder: Ella se
cerrara completamente en sí misma, o va a explotar.
Me siento muy rápido,
liberándome del agua, jadeando por aire.
Empujo mi cabello mojado
fuera de mi rostro. Me recuesto contra la pared de azulejos, permitiendo que el
aire fresco me calme, para aclarar mis pensamientos.
Tengo que encontrarla
antes de que se rompa. Nunca he querido cooperar antes con mi padre, nunca quise
estar de acuerdo con sus motivos o sus métodos. Pero en este caso, estoy
dispuesto a hacer cualquier cosa para recuperarla.
Y estoy ansioso por
cualquier oportunidad de romper el cuello de Kent. Ese bastardo traidor. El
idiota que piensa que se ha ganado una chica bonita. Él no tiene idea de quién
es.
Ni idea de lo que está a
punto de llegar a ser. Y si él piensa que remotamente puede estar a su altura,
es aún más idiota de lo que pensaba.
Capítulo 19
-¿Dónde
está el café? —pregunto, mis ojos escaneando la mesa.
Delalieu
deja caer su tenedor. El utensilio repica contra la vajilla china. Él alza la
mirada, sus ojos muy abiertos.
—¿Señor?
—Me
gustaría probarlo —le digo, con intención de esparcir mantequilla en mi tostada
con mi mano izquierda. Dirijo una mirada en su dirección—. Siempre está
hablando sobre su café ¿verdad? Pensé que…
Delalieu
salta de la mesa sin una palabra. Sale disparado por la puerta. Me rió
silenciosamente en mi plato.
Delalieu
carga el té y la bandeja de café junto a él y la estaciona en mi silla. Sus
manos tiemblan mientras vierte el líquido oscuro en una taza de té, lo pone en
un platillo, lo pone en la mesa y lo empuja en mi dirección.
Espero
hasta que se sienta de nuevo antes de tomar un sorbo. Es una bebida extraña y
obscenamente amarga; nada en absoluto de lo que había esperado. Lo miro,
sorprendido al descubrir que un hombre como él comenzara su día fortaleciéndose
con un líquido tan potente y de sabor tan asqueroso.
—Esto no es terrible —le digo.
Su
rostro se rompe en una sonrisa tan amplia, tan beatifica, me pregunto si me ha
escuchado mal. Prácticamente está radiante cuando dice:
—Tomo
el mío con crema y azúcar. El sabor es mucho mejor d…
—Azúcar.
—Bajo mi taza. Presiono mis labios, contengo una sonrisa—. Le añades azúcar.
Por supuesto que sí. Eso tiene mucho más sentido.
—¿Le
gustaría un poco, señor?
Alzo
mi mano. Niego con mi cabeza.
—Llame
de nuevo a las tropas, teniente. Vamos a ponerle fin a las misiones en el día e
instalar el lanzamiento en la noche, después del toque de queda. Usted
permanecerá en la base —le digo—, donde el supremo dictará las ordenes por
medio de sus hombres; cumpla cualquier demanda como se requieran. Guiaré el
grupo yo mismo. —Me detengo. Sostengo su mirada—. No habrá más conversaciones
respecto a lo que ha ocurrido. Nada para que los ciudadanos vean o hablen.
¿Comprende?
—Sí,
señor —dice, su café olvidado—. Enviaré las ordenes ahora mismo.
—Bien.
Se
pone de pie.
Asiento.
Se va.
Estoy comenzando a sentir verdadera esperanza por primera vez desde
que ella se fue. Vamos a encontrarla. Ahora, con esta nueva información, con
todo un ejército contra el grupo de rebeldes ajenos a lo que sucede, parece
imposible que no ganemos.
Tomo
una profunda respiración. Tomo otro sorbo de su café.
Me
sorprende darme cuenta de cuánto disfruto del sabor agrio de este.
Capítulo 20
Él me está esperando
cuando regreso a mi habitación.
―Las
órdenes han sido emitidas ―le digo, sin mirar en su dirección―. Nos
vamos a movilizar esta noche ―demando―. Así
que si me disculpas, tengo otros asuntos con los que lidiar.
―¿Qué
se siente ―me pregunta―, estar tan lisiado? ―Él
está sonriendo―. ¿Cómo puedes soportar mirarte a ti mismo, saber que has sido
deshabilitado por sus propios subordinados?
Me detengo en la puerta
contigua a mi despacho.
―¿Qué
quieres?
―¿Cuál ―dice―, es
tu fascinación con esa chica?
Mi columna se pone
rígida.
―Ella
es para ti más que sólo un experimento, ¿no? ―dice.
Me
doy la vuelta lentamente. Él está de pie en medio de mi habitación,
con las manos en los bolsillos, sonriéndome
como si estuviera disgustado.
―¿De
qué estás hablando?
―Mírate
a ti mismo ―dice―. Ni siquiera he dicho su nombre y te caes
a pedazos. ―Niega con la cabeza, todavía está estudiándome―. Tu
rostro esta pálido, tu única mano funcional se tensó. Estás respirando muy
rápido, y todo tu cuerpo está tenso. ―Una pausa―. Te
has traicionado a ti mismo, hijo. Crees que eres muy inteligente ―dice―, pero
te estás olvidando quien te enseñó tus trucos
Voy de
caliente a frío a la vez. Trato a abrir el puño y no puedo. Quiero decirle que
está equivocado, pero de repente me siento inestable, deseando haber comido más
en el desayuno, y luego deseando no haber comido nada en absoluto.
―Tengo
mucho trabajo que hacer. ―Me las arreglo para decir.
―Dime ―dice―, si
no te importaría que ella muriera junto con los otros.
―¿Qué? ―La
palabra nerviosa, temblorosa escapa de mis labios antes de tiempo.
Mi padre baja los ojos.
Cierra y aplaude con sus manos.
―Me has
decepcionado de muchas maneras ―dice, con voz engañosamente suave―. Por
favor, no dejes que esta sea otra.
Por un momento me siento
como si existiera fuera de mi cuerpo, como si estuviera mirándome desde su
perspectiva. Veo mi cara, mi brazo herido, estas piernas que de pronto parecen
ser incapaces de llevar mi peso.
Grietas comienzan a
formarse a lo largo de mi cara, todo el camino hasta mis brazos, mi torso, mis
piernas.
Me imagino que esto es lo
que se siente al desmoronarse.
No me doy cuenta de que
ha dicho mi nombre hasta que lo repite dos veces más.
―¿Qué
quieres de mí? ―le pregunto, sorprendido de escuchar lo tranquilo que sueno―. Has
entrado en mi habitación sin permiso, estás aquí y me acusas de cosas que no
tengo tiempo para comprender. Estoy siguiendo tus reglas, tus órdenes.
Saldremos esta noche, vamos a encontrar su escondite. Puedes destruirlos como
mejor te parezca.
―¿Y tu
chica? ―dice, inclinando su cabeza hacia mí―, ¿tu
Juliette?
Me estremezco al oír su
nombre. Mi pulso se acelera tan rápido que se siente como un susurro.
―Si
fuera a dispararle tres agujeros en su cabeza, ¿cómo te haría sentir eso? ―Me
mira. Observándome―. ¿Decepcionado, ya que habrías perdido a
tu proyecto favorito? ¿O devastado, ya que has perdido a la chica que amas?
El
tiempo parece ir más despacio, fundiéndose a mí alrededor.
―Sería
un desperdicio ―le digo, ignorando el temblor que siento muy dentro de mí, y
amenaza con volcarme―, por perder algo en lo que he invertido
tanto tiempo
Él sonríe.
―Es
bueno saber que lo ves de esa manera ―dice―. Pero los proyectos son, después de todo,
fáciles de reemplazar. Y estoy seguro de que seremos capaces de encontrar una
mejor, más practica manera de usar tu tiempo.
Parpadeo hacia él
lentamente. Parte de mi pecho se siente como si colapsara.
―Por
supuesto. ―Me oigo decir.
―Sabía
que lo entenderías. ―Él me palmea en el hombro lesionado
mientras se va. Mis rodillas casi doblándose―. Fue
un buen esfuerzo, hijo. Pero ella nos costó mucho tiempo y dinero, y ha probado
ser completamente inútil. Así que vamos a disponer de muchos inconvenientes a
la vez. Vamos a considerar sus daños colaterales. ―Me
lanza una última sonrisa antes de caminar junto a mí y salir por la puerta.
Vuelvo a caer contra la
pared.
Y me derrumbo en el
suelo.
Capítulo 21
Contén las lágrimas lo
suficientemente a menudo y comenzarán a sentirse como ácido que gotea por tu
garganta.
Es ese terrible momento
cuando estás sentada quieto tan quieto tan quieto porque no quieres que te vean
llorar no quieres llorar pero tus labios no dejarán de temblar y tus ojos están
hasta el borde llenos de súplica y te ruego y doy las gracias y estoy
arrepentido y agradecido y tengo misericordia y quizás esta vez sea diferente
pero siempre es lo mismo. No hay nadie a quién recurrir en busca de comodidad.
Enciende una vela por mí,
solía susurrarle a nadie.
Alguien.
Nadie.
Si estás allí.
Por favor dime que puedes
sentir este calor.
***
Es el día cinco de
nuestras patrullas, y aún, nada.
Dirijo el grupo todas las
noches, marchando al silencio de esos fríos paisajes de invierno. Buscamos en
pasadizos ocultos, pozos de registro camuflados… cualquier indicación de que
podría haber otro mundo bajo nuestros pies.
Y todas las noches
volvemos a la base sin nada. La
inutilidad de estos días se ha apoderado de mí, ha entorpecido mis sentidos,
estableciéndome en una especie de aturdimiento del que no he sido capaz de
salir. Todos los días me despierto buscando una solución a los problemas que me
he impuesto, pero no tengo idea de cómo arreglar esto.
Si ella está allí fuera,
él la encontrará. Y la matará.
Sólo para enseñarme una
lección.
Mi única esperanza es
encontrarla primero. Tal vez podría esconderla. O decirle que huya. O fingir
que ya está muerta. O tal vez convencerlo de que ella es diferente, mejor que
los otros; que merece continuar viviendo.
Sueno como un patético y
desesperado idiota.
Soy de nuevo un chico,
escondiéndose en esquinas oscuras y rezando para que él no me encuentre.
Esperando que esté de buen humor. Que tal vez todo esté bien. Que tal vez mi
madre no esté gritando esta vez.
Cuán rápido puedo volver
a la otra versión de mí mismo en su presencia. Me he entumecido.
He estado haciendo mis
tareas con una especie de dedicación mecánica; requiere esfuerzo mínimo.
Moverse es bastante simple. Comer es algo a lo que me he acostumbrado.
No puedo dejar de leer su
cuaderno.
Mi corazón en realidad
duele, de alguna manera, pero no puedo para de pasar las páginas. Me siento
como si me estuviera golpeando contra una pared invisible, como si mi rostro
hubiera sido vendado en plástico y no pudiera respirar, no pudiera ver, no
pudiera escuchar ningún sonido excepto a mi propio corazón latir en mis oídos.
He querido pocas cosas en
mi vida.
No le he pedido nada a
nadie.
Y ahora, todo lo que
estoy pidiendo es otra oportunidad. Una oportunidad de verla de nuevo. Pero a
menos que pueda encontrar una manera de detenerlo, esas palabras serán todo lo
que alguna vez tendré de ella.
Esos
párrafos y oraciones. Esas cartas.
Me he obsesionado. Llevo
su cuaderno conmigo a cualquier lado que voy, paso todos mis momentos libres
intentando descifrar las palabras garabateadas en los márgenes, desarrollando
historias que vayan junto con los números que ha anotado.
También he notado que
falta la última hoja. Está arrancada.
No puedo evitar sino
preguntarme porqué. He hojeado el libro cientos de veces, en busca de otras
secciones donde pudieran estar las páginas perdidas, pero no he encontrado
ninguna. Y de alguna manera me siento engañado, sabiendo que hay un trozo que
me he perdido. Ni siquiera es mi diario; no es de mi incumbencia en absoluto,
pero he leído sus palabras tantas veces que las siento como mías. Prácticamente
las puedo recitar de memoria.
Es extraño estar en su
cabeza sin ser capaz de verla. Siento como que está aquí, justo en frente de
mí. Siento como que ahora la conozco tan íntimamente, de manera tan privada.
Estoy a salvo en la compañía de sus pensamientos; me siento bienvenido, de
alguna manera. Comprendido. Tanto que algunos días me las arreglo para olvidar
que ella es la única que puso este agujero de bala en mi brazo.
Casi olvido que aún me
odia, a pesar de cuánto me he enamorado de ella.
Y me he enamorado.
Tanto.
He golpeado el suelo.
Desaparecido a través de allí. Nunca en mi vida he sentido esto. Nada así. He
sentido vergüenza y cobardía, debilidad y fuerza. He conocido el terror y la
indiferencia, el odio a mí mismo y el disgusto general. He visto cosas que no
pueden ser ocultas.
Y sin embargo no he
conocido nada como este sentimiento terrible, horrible y paralizante. Me siento
lisiado. Desesperado y fuera de control. Y continúa poniéndose peor. Todos los
días me siento enfermo. Vacío y de alguna manera afligido.
El amor es un bastardo
sin corazón.
Estoy volviéndome loco.
***
Caigo sobre mi cama,
completamente vestido. Abrigo, botas, guantes. Estoy tan cansado de
quitármelos. Esos movimientos nocturnos me han dejado muy poco tiempo para
dormir. Me siento como si hubiera estado viviendo en un constante estado de
cansancio.
Mi cabeza golpea la
almohada y parpadeo una vez. Dos veces.
Colapso. 87
Capítulo 22
-No. —Me
escucho decir—. Se supone que no debes estar aquí.
Sentándose
en mi cama, se inclinó hacia atrás sobre sus codos, sus piernas estiradas
frente a ella, cruzadas en los tobillos. Y mientras alguna parte de mi
comprendió que debía estar soñando, en alguna otra, una abrumadoramente
dominante parte de mi se rehusaba a aceptar esto. Parte de mí quería creer que
ella realmente estaba aquí, a pulgadas de mí, vistiendo este corto, ajustado
vestido negro que sigue deslizándose arriba de sus muslos. Pero todo acerca de
ella parece diferente, extrañamente vibrante; los colores son todos
equivocados. Sus labios más llenos, sombreados profundamente de rosa; sus ojos
parecen más amplios, oscuros. Está usando zapatos que sé que ella nunca usaría.
Y lo más extraño de todo: está sonriéndome.
—Hola
—susurra.
Una
sola palabra, pero mi corazón se acelera. Estoy avanzando lentamente lejos de
ella, tambaleándome hacia atrás y casi golpeando mi cabeza contra la cabecera
de la cama, cuando me doy cuenta de que mi hombro ya no está herido. Me miro
abajo hacia mí mismo. Mis brazos son totalmente funcionales. Vistiendo nada más
que una camiseta blanca y mi ropa interior. Ella cambia las posiciones en un instante, apoyándose en sus
rodillas para gatear hacia mí. Se sube sobre mi regazo. Ahora a horcajadas
sobre mi cintura. De repente respirando demasiado rápido. Sus labios en mi
oreja. Sus palabras son tan suaves.
—Bésame
—dice.
—Juliette…
—Vine
todo el camino hasta aquí. —Aún sonriéndome. Una sonrisa extraña, el tipo con
la que nunca me honraría. Pero de algún modo, justo ahora, ella es mía. Mía y
perfecta y ella me quiere, y no voy a pelear con ello.
No
quiero hacerlo.
Sus
manos tirando de mi camiseta, empujándola sobre mi cabeza. Lanzándola al piso.
Inclinándose adelante y besando mi cuello, sólo una vez, tan lentamente. Mis
ojos cayendo cerrados. No hay suficientes palabras en este mundo para describir
lo que estoy sintiendo.
Siento
sus manos moverse por mi pecho, mi estómago; sus dedos corriendo a lo largo de
los bordes de mi ropa interior. Su cabello cayendo adelante, rozando mi piel, y
tengo que apretar mis puños para evitar sujetarla a mi cama.
Cada
terminación nerviosa de mi cuerpo está despierta. Nunca me había sentido tan
vivo o tan desesperado en mi vida, y estoy seguro que si ella pudiera escuchar
lo que estoy pensando ahora mismo, saldría corriendo por la puerta y no
volvería nunca más.
Porque
la quiero.
Ahora.
Aquí.
En
todos lados.
No
quiero nada entre nosotros.
Quiero
su ropa fuera y las luces encendidas y quiero estudiarla. Quiero sacarla fuera
de su vestido y tomar mi tiempo con cada pulgada de ella. No puedo evitar mi
necesidad de sólo mirar fijamente; para conocerla a ella y a sus rasgos: la
pendiente de su nariz, la curva de sus labios, la línea de su mandíbula. Quiero
correr mis dedos a través de la suave piel de su cuello y rastrear todo el
camino hacia abajo. Quiero sentir su peso apretando contra mí, envolviéndose a
mi alrededor.
No
puedo recordad la razón del por qué esto no puede ser correcto o real. No puedo
concentrarme en ninguna cosa a parte del hecho de que está sentada sobre mi
regazo, tocando mi pecho, mirando dentro de mis ojos como si pudiera realmente
quererme.
Me
pregunto si en realidad morí.
Pero
sólo cuando me inclino, se inclina hacia atrás, sonriendo antes de alcanzar
detrás de ella, sus ojos nunca rompiendo el contacto conmigo.
—No te
preocupes —susurra—. Está casi terminado.
Sus
palabras parecen tan extrañas, tan familiares.
—¿Qué
quieres decir?
—Sólo
un poco más y me iré.
—No. —Estoy parpadeando rápido, alcanzándola—. No, no te vayas...¿a
dónde irás...?
—Estarás
bien —dice—. Lo prometo.
—No…
Pero
ahora ella está sosteniendo un arma.
Y
apuntándola hacia mi corazón.